Iran, el euro y el dolar

Hace unos pocos días la República Islámica de Irán cumplió su amenaza: no acepta ya dólares, y todas las transacciones económicas exteriores del país pasan a realizarse o en euros o en yenes. Ya desde septiembre una buena parte de las exportaciones petrolíferas iraníes no se computaban en dólares, sino en yenes: Japón es con diferencia, el principal importador de petróleo iraní, siendo Irán el tercer suministrador de la potencia pacífica. Ahora también los socios comerciales europeos y asiáticos del tercer exportador mundial de petróleo tienen que aceptar que Teherán no recibe ya moneda estadounidense.

El Banco Central iraní se propone aligerar su reserva de dólares, hasta dejarla por debajo del 20%, y posiblemente irá más lejos, hasta substituirlos completamente por euros o yenes. Es verdad que el depósito iraní de dólares acumula sólo unos 60 mil millones, pero eso lanzado al mercado bastaría para acelerar el declive del curso del dólar. El paso siguiente, ya anunciado muchas veces, parece ser sólo cuestión de tiempo: la apertura de un mercado de valores petrolíferos iraní en el que sólo se comerciara con euros. Hasta ahora dos bolsas de renombre están abonadas a ese negocio, la NYMEX de Nueva York y la IPE [International Petroleum Exchange] londinense; ambas pertenecen a empresas estadounidenses, y en ambas se comercia con dólares. De aparecer una bolsa petrolífera iraní, el grueso de los importadores europeos y asiáticos se lanzaría de cabeza a ella inmediatamente. Sería un nuevo revés para la posición predominante del dólar.

Las consecuencias son claras. Cualquiera podría entonces comprar petróleo con euros, los europeos y los chinos y los japoneses se desvincularían de la tambaleante moneda, los precios del petróleo se serenarían. Los bancos centrales asiáticos podrían reducir drásticamente sus existencias de dólares, permanentemente amenazadas de desvalorización.

La potencia mundial de los EEUU se basa en su mega poder militar y en un régimen monetario mundial, conforme al cual la moneda estadounidense rige de facto como el dinero del mundo: casi el 80% del comercio mundial y el 100% del comercio petrolífero mundial se hacía hasta hace poco en dólares [5 mil quinientos millones diarios,  dos billones al año], y los mercados financieros del mundo son también predominantemente mercados de dólares. Está fuera de discusión: el sistema del petrodólar, en vigor desde hace 40 años y ya rodado, es uno de los pilares de ese régimen. Cientos de miles de millones fluyen anualmente hacia los EEUU procedentes de las ganancias de los exportadores de petróleo. Con los petrodólares, estas mega empresas compran valores americanos, sobre todo deuda pública estadounidense, y financian así el gigantesco déficit de la balanza por cuenta corriente y presupuestario de los EEUU. Bastaría que unos cuantos grandes exportadores de petróleo pasaran del dólar al euro o al yen, para sacar de quicio al sistema.

Los EEUU tienen entonces todos los motivos para temer un efecto dominó: otros países exportadores de petróleo podrían seguir el ejemplo de Irán; en Venezuela, Rusia y Noruega despedirse del dólar es ya cosa prácticamente decidida. La acción iraní ofrece una bienvenida oportunidad para hacerlo en serio. La Arabia Saudita ha especulado a menudo en voz alta con esa idea, garantizándose así éxitos diplomáticos en la disputa con el gran hermano estadounidense. También Francia se ha comprometido oficialmente en favor de un papel más fuerte del euro en el negocio petrolífero internacional. Todavía bajo el régimen de Sadam Husein, Irak cambió de dólares a euros las cuentas de su comercio petrolífero [motivo de la invasión, y tras la conquista del país en abril de 2003 eso fue inmediatamente corregido].

La iniciativa iraní les señala a los estadounidenses sobre todo una cosa: la huida del dólar ha comenzado irreversiblemente. En Asia, en la América latina y en Oriente Medio hay países que buscan superar la vinculación de sus monedas con el dólar. Cada vez menos bancos centrales fuera de los EEUU están dispuestos a, y en situación de, sostener el dólar a costa de sus propias economías.

La guerra de las sanciones contra la pretendida potencia atómica iraní va a resultar ahora, tras la decisión de Teherán, más discutible que nunca. Los EEUU están ahora forzados a mover pieza, y el gobierno de Bush no se caracteriza por sus jugadas inteligentes. Después de las sanciones está la opción de la guerra caliente. Puesto que Irán no capitula, sino que se enfrenta a la política estadounidense de sanciones con legítimos medios económicos, es previsible una escalada. En la preponderancia del dólar se basa la capacidad militar de los EEUU para librar, cuando les parece necesario, guerras de fiado que ni el estado norteamericano ni la economía norteamericana pueden ya permitirse.

 

Michael R. Krätke

16/11/07

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