Un Mensaje a la Conciencia – HIPNOSIS PELIGROSAS

Un Mensaje a la Conciencia – HIPNOSIS PELIGROSAS

Era un viernes por la noche en Tokio, Japón, una noche que de por sí predispone para programas de entretenimiento. El director de un programa de televisión anunció que esa noche habría algo especial: hipnotismo sexual.

Millones de televidentes japoneses sintonizaron el programa, y lo que pasó conmovió a la nación entera. Miles de chicas adolescentes que miraban al hipnotizador cayeron en desmayos y convulsiones. Como era de imaginarse, el programa provocó una violenta reacción de parte de los padres de familia.

No hay duda de que la televisión moderna ya no se detiene ante nada. No contenta con pasar programas de abierta insinuación sexual, ahora, por lo menos en el Japón, utilizan a un hipnotizador para que provoque imaginaciones eróticas.

¿Qué es hipnotismo? Es la aptitud que tienen algunos de inducir en ciertos individuos un sueño no natural. Durante ese sueño hipnótico la persona dormida puede ser provocada a hacer cosas que no nacen de su voluntad racional.

Eso fue lo que ocurrió en Tokio, Japón, y ocasionó fuertes quejas de padres y funcionarios públicos que lo vieron como un peligro para la juventud.

¿Acaso tenemos que ser hipnotizados para caer en un trance que nos roba la voluntad? No, de ninguna manera. Lo cierto es que muchos están cediendo su voluntad a cosas mucho menos místicas que un hipnotizador.

¿Qué, por ejemplo, de la copa de alcohol? Han sido miles, por no decir millones, los que han cedido totalmente su voluntad a la copita hipnotizadora, y han perdido no sólo su control racional sino también su inteligencia, su disciplina, su dignidad y su conciencia.

¿Y qué del que, perdiendo la cabeza, se entrega a un amor prohibido y sacrifica esposa e hijos, y respeto y autoridad en el hogar, por algo que nunca podrá terminar bien? ¿Acaso no ha sido él hipnotizado?

Lo mismo puede decirse del que sacrifica su nombre, su honradez y su reputación a cambio de deshonestas ganancias. Irremisiblemente, a la larga, lo pierde todo.

Y puede pensarse así también del que hace de sí mismo —del yo, del ego— un hipnotizador, y por ser esclavo de su propio orgullo, pierde su paz espiritual, su gozo, su relación con Dios, y finalmente, su alma.

El único al que debemos rendirle nuestra voluntad es a Aquel que nunca nos engañará: a Jesucristo. Él desea ser nuestro dueño. Rindámosle nuestra vida y nuestra voluntad. Él nunca nos defraudará, pues es digno de absoluta confianza.

por el Hermano Pablo

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