Un Mensaje a la Conciencia – AMASIJO DE HIERROS ARDIENDO

Un Mensaje a la Conciencia


«AMASIJO DE HIERROS ARDIENDO»
por el Hermano Pablo

Eran ocho vehículos, entre ellos un camión, los que viajaban en la carretera número 340, a la altura de Benicasim, en Castellón, en el este de España. En una vuelta de la carretera todos chocaron entre sí y, como declaró la Guardia Civil, formaron «un amasijo de hierros ardiendo». Nueve personas que quedaron dentro de los vehículos murieron calcinadas. ¿La causa del accidente? Fuego. Pero fuego alcohólico metido en la cabeza del camionero.

El alcohol es un fuego líquido que a la menor chispa arde. Bien usado y bien controlado, el alcohol, como el fuego, es muy útil. El alcohol entra en la composición de muchas medicinas y muchos perfumes. Aplicado fuera del cuerpo, en fricciones y compresas, es también elemento eficaz.

En cambio, el alcohol metido dentro del cuerpo es un fuego destructor. Un enorme porcentaje de los accidentes automovilísticos se deben a conductores que manejan embriagados, o cuando menos con una pizca de alcohol de más que les nubla la mente y les embota las reflexiones.

«El alcohol es un chico desobediente —decía un humorista—. Lo mandamos al estómago, y se nos sube a la cabeza.» Y es en la cabeza donde el alcohol realiza su obra nefasta. Cambia las ideas, nubla el raciocinio, altera la personalidad y transforma a una persona pacífica en una fiera.

Frenar el incalculable tráfico mundial de alcohol es tarea irrealizable. Es como querer detener la catarata del Iguazú con un balde. No se podrá nunca despojar al mundo del uso dañino del alcohol. El tráfico alcohólico es, y siempre será, industria y pasión mundial.

Sin embargo, sí es posible salir de esa corriente. Es posible librarnos del vicio del alcohol. Primero tenemos que reconocer su carácter destructivo y desear profundamente ser librados de él. Luego necesitamos mantener una férrea determinación de no seguir siendo esclavos de ese fuego líquido. Y podemos recurrir, además, a la tremenda fuerza que dan grupos tales como los Alcohólicos Anónimos.

Cuando sumamos a nuestra determinación la fuerza y la ayuda de Dios, encontramos una mano poderosa que desea y puede rescatarnos de esa corriente que nos destruye a nosotros, a nuestra familia y a todo lo que tocamos.

No nos avergoncemos de confesar nuestra adicción. Y no nos avergoncemos, tampoco, de buscar de Dios nuestra liberación. Dios nos trajo sobrios a este mundo. Entreguémosle de vuelta una vida sobria, caracterizada por el dominio propio.

www.conciencia.net




Devocionales Cristianos www.devocionalescristianos.org

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí