Velen y esten preparados, porque no saben que dia va a venir su Señor

¡Qué alegría cuando me dicen: «Vamos al templo del Señor»! Jerusalén, ya estamos dentro de tus puertas. Jerusalén, ciudad construida para que en ella se reúna la comunidad [Salmo 122, 1 – 3]

Acudamos al Señor en su templo para escuchar su Palabra. El que lo busca está esperando como fiel discípulo, meditando lo que el Señor le indique para cumplir con fidelidad su voluntad. El Señor nos invita a ponernos en camino para lograr un mundo del que desaparezcan los odios, las injusticias y los egoísmos. El que se encierra en sí mismo fácilmente genera violencia para defender sus intereses personales; sólo el que ama con lealtad a su prójimo será capaz de convertirse en un constructor de paz.

En los ultimos tiempos quedara afirmado el monte donde se halla el templo del Señor. Sera el monte mas alto, mas alto que cualquier otro monte. Todas las naciones vendran a él; pueblos numerosos llegaran diciendo: Vengan, subamos al monte del Señor, al templo del Dios de Jacob, para que nos muestre sus caminos y podamos andar por sus senderos [Isaias 2, 2 – 3]

Esperamos alegres la venida de nuestro Salvador Jesucristo; nuestra esperanza nos hace vivir como hermanos, pues no podemos pretender creer en Él mientras vivamos en contra de sus enseñanzas. Todo debe confluir hacia Cristo, el Monte Santo de Dios: en Él encontramos la salvación y la paz. Debemos transformar nuestros instrumentos de guerra en instrumentos de trabajo, de tal forma que todos podamos colaborar al bien unos de otros, procurando que el trabajo sea justamente retribuido.

Digan ustedes de corazón: Que haya paz en ti, Jerusalén; que vivan tranquilos los que te aman. Que haya paz en tus murallas; que haya seguridad en tus palacios [Salmo 122, 6 – 7]

La iglesia de Cristo es la nueva Jerusalén hacia la que confluyen los pueblos de toda la tierra. Entre aquellos que la conformamos debe reinar la justicia y la paz, puesto que el Señor está con nosotros, y a nosotros corresponde hacer patente al mundo entero el amor y la santidad de Dios, el cual hecho uno de nosotros continúa salvando al mundo entero por medio de su iglesia, a la que ha puesto como signo de salvación para todos los pueblos. No nos convirtamos en un fraude para la humanidad; no nos dejemos dominar por criterios mundanos, y seamos en verdad el signo salvador de Dios para la humanidad entera. Revistámonos de luz y desechemos la vestidura de tinieblas [Romanos 13, 11 – 14] ; en medio de nuestra vida diaria sabemos que el Señor está con nosotros, y esto nos compromete a comportarnos de un modo recto, justo y santo ante Dios y ante los hombres.

El que se ha alejado de Dios puede engañarse a sí mismo pensando que le es grato por cumplir con algunos actos de culto mientras sigue encadenado a la maldad, a la injusticia, al egoísmo, al odio, a la persecución y a la muerte. Vivamos en una continua conversión de tal forma que en verdad nos preparemos constantemente para que se dé a luz en nosotros al hombre nuevo, renovado en Cristo Jesús.

El Señor en su Evangelio nos invita a vivir fraternalmente unidos, pues sólo esa unidad nacida del amor hará posible la fe en quienes nos contemplen y escuchen. Sólo a partir del amor que tengamos a nuestros hermanos podremos no sólo desear la paz, sino ser portadores de la paz, del perdón y de la salvación a la que somos llamados todos en Cristo Jesús. Nuestra fe en Cristo nos pone en camino hacia nuestro prójimo para amarle y servirle como el Señor lo ha hecho para con nosotros, pues no sólo creemos en el Señor con la mente, sino que nuestra fe nos lleva a revestirnos de Él, de tal forma que el mundo continúe experimentando por medio de su iglesia, el amor que el Señor nos ha manifestado hasta el extremo. Al final de nuestra vida sólo contará el amor, un amor activo, concretado en el servicio hacia los pecadores para salvarlos, y hacia los pobres para socorrerlos. Por eso no podemos vivir como discípulos descuidados y olvidadizos, sino como discípulos vigilantes y siempre dispuestos a hacer en todo la voluntad de Dios [Mateo 24,42] .

¿Queremos que por medio nuestro todos se acerquen al Señor para conocerlo, amarlo y dejarse salvar por Él? Entonces seamos los primeros comprometidos en vivir y dar testimonio de su Palabra con nuestras obras y la vida misma.

Y ahora, por mis hermanos y amigos diré: Que haya paz en ti. Por el templo del Señor nuestro Dios, procuraré tu bien [Salmo 122, 8 – 9]

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