El Señor es Dios de todo el universo

El Señor es Dios de todo el universo

Pedro se levantó y les dijo: Hermanos, ustedes saben que hace tiempo Dios me escogió de entre ustedes para anunciar la buena noticia a los no judíos, para que ellos crean. Y Dios, que conoce los corazones, mostró que los aceptaba, pues les dio el Espíritu Santo a ellos lo mismo que a nosotros. Dios no ha hecho ninguna diferencia entre ellos y nosotros, pues también ha purificado sus corazones por medio de la fe [Hechos 15,7 – 9]

La apertura de la iglesia al mundo entero para anunciarle el Evangelio la hace entrar en una continua relación con diversas culturas. No se puede imponer la vivencia de la fe conforme a una cultura, como si esta fuera la única forma de responder a la vida de fe a la que el Señor nos llama a todos. Hay cosas fundamentales que no pueden cambiar y que consideramos principios de nuestra fe cristiana, pero no podemos decir que han perdido la fe quienes, en sus manifestaciones externas de la misma, se expresan en la diversidad de pueblos y culturas de modo diferente a como lo hacemos nosotros. El Evangelio debe llegar a todos y purificar las culturas de aquello que es contrario a la verdad y al amor que nos vienen de Dios, y debe convertirse en un signo del mismo Dios, que se encarna y camina con el hombre insertado en su propia realidad, para poderlo conducir desde ahí a la vida eterna.

Yo los amo a ustedes como el Padre me ama a mí; permanezcan pues, en el amor que les tengo. Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo obedezco los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor [Juan 15,9 – 10]

Alegrémonos en el Señor, pues Él nos ha amado, nos ha perdonado nuestros pecados y nos ha hecho hijos de Dios. El Señor ha pronunciado sobre nosotros su Palabra, y Él quiere que vayamos tras sus huellas, siguiéndolo hasta entrar, junto con Él, en la gloria del Padre. Sabemos que si Él padeció por nosotros, nosotros debemos como Él dar la vida por nuestros hermanos.

Si queremos que nuestra vida tenga la misma fecundidad que la de Cristo, debemos morir a nosotros mismos, no buscar nuestros propios intereses, sino abrir nuestros ojos y nuestro corazón para saber buscar el bien de todos; pues sólo el que ama a su prójimo, como Cristo nos ha amado a nosotros, puede decir que en verdad tiene consigo a Dios. Entrar en comunión de Vida con Cristo es todo un compromiso de amor fiel a Dios, que nos impulse a hacer el bien a todos, como Cristo lo hizo para con nosotros.

Canten al Señor una canción nueva; canten al Señor, habitantes de toda la tierra; canten al Señor, bendigan su nombre; anuncien día tras día su salvación. Hablen de su gloria y de sus maravillas ante todos los pueblos y naciones, porque el Señor es grande y muy digno de alabanza. Los dioses de otros pueblos no son nada, pero el Señor hizo los cielos. ¡Hay gran esplendor en su presencia! ¡Hay poder y belleza en su santuario! Den al Señor, familias de los pueblos, den al Señor el poder y la gloria; den al Señor la honra que merece; entren a sus atrios con ofrendas, adoren al Señor en su hermoso santuario. ¡Que todo el mundo tiemble delante de él!

Digan a las naciones: «¡El Señor es Rey!» Él afirmó el mundo, para que no se mueva; Él gobierna a los pueblos con igualdad. ¡Que se alegren los cielos y la tierra! ¡Que brame el mar y todo lo que contiene! ¡Que se alegre el campo y todo lo que hay en él! ¡Que griten de alegría los árboles del bosque, delante del Señor, que viene! ¡Sí, él viene a gobernar la tierra, y gobernará a los pueblos del mundo con justicia y con verdad! [Salmo 96]

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