«NO TENEMOS RESPUESTA PARA ESTO»

«NO TENEMOS RESPUESTA PARA ESTO»
por Carlos Rey

Se escuchaba el repicar de las campanas de bronce llamando a misa. La iglesia del Sagrado Sacramento, de Westminster, California, se iba llenando de fieles. La misa estaba ya por comenzar. Cerca de allí se oyó el rechinar de las ruedas de un auto que frenó estrepitosamente frente al templo. Era Claudia Quiñones que llegaba con toda su familia: su madre, su hija de catorce años de edad, su hijo de doce, y la pequeña Estefanía, de año y medio. Todos bajaron del auto.

Claudia, en su apuro, dio marcha atrás para buscar estacionamiento. Al hacerlo, sintió que la rueda trasera del vehículo pasó sobre un bulto. No fue sino hasta que se bajó del auto que se dio cuenta, angustiada y aterrada, de que era su propia hijita, la pequeña Estefanía. La niña murió en el acto. Las setecientas personas que había en la iglesia ni cuenta se dieron de la tragedia.

El sacerdote James Hartnett, cura párroco de la iglesia, comentó más tarde: «No tenemos respuesta para esto.»

Ante tragedias de esta naturaleza, todos comprendemos las palabras del sacerdote Hartnett: «No tenemos respuesta para esto.» Fue un golpe tan brutal, una manifestación tan imprevista y tan inhumana de esta vida cruel, que la mente se ofusca y se declara impotente para hallar una respuesta que tenga sentido. El dolor de la tragedia oculta toda explicación razonable.

¿Por qué ocurren desgracias como esta? ¿Por qué niños inocentes tienen que morir de una manera tan horrible? ¿Qué pecado o maldad puede haber en una familia —cualquier familia de cualquier lugar— para que sufra tan tremendo golpe?

¿Castigo de Diosí No. ¿Ataque del diablo? Tampoco. ¿Manifestación atroz de la ley del Karma? Menos. ¿Destino ciego que no toma en cuenta ni edad, ni género, ni condición ni sentimientosí Si no, entonces ¿qué acarreó esta desgracia?

Tal vez fuera el resultado de una acumulación casual de circunstancias adversas, o de alguna imperfección en la parte mecánica del auto, o de error e imprevisión humana. No lo sabemos. Pero hay algo que sí sabemos: Cuando tenemos fe en Jesucristo, tenemos quien nos consuele tras una tragedia. Cristo es nuestro Salvador y Pastor. Él lleva nuestras cargas, llora nuestras lágrimas y sana nuestras heridas. Pero su ayuda no termina allí. Él nos da una esperanza viva y verdadera del futuro, cualquiera que sea nuestro presente.

Esta vida no lo es todo. Hay algo más allá de la muerte. Y en esa eternidad tendremos dos opciones: recibiremos las respuestas que no pudimos comprender en esta vida, o ya no nos importará el oscuro pasado sino sólo el brillante futuro que tenemos por delante.

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