Me conmuevo cada vez que encuentro gente que ha omitido aprehender aquellos elementos que suelen obstaculizar el desarrollo del ser humano. Personas que han tenido la capacidad de no suscribir la filosofía de la mediocridad… por el contrario: han sabido invertir su diario vivir en la búsqueda y el cultivo de aquello que aprovecha. Y esto en medio de situaciones que servirían como auténticas excusas para permitirse la adhesión a la queja, la depresión y hasta al mismo cinismo.
No me refiero – en esta ocasión – a los grandes hombres ni a las destacadas mujeres cuya filantropía ha captado la atención de los medios de comunicación a nivel internacional. Sencillamente estoy pensando en algunos de los tantos desconocidos que he tenido la bendición de conocer a través de los años…
…aquella familia en Río Grande, en la Patagonia Argentina, cuya humilde condición económica sólo les alcanza para comprar los alimentos para una sencilla comida al día…
…aquel hombre en Madrid, España, quien por su condición de inmigrante debe enfrentar algunas situaciones penosas, en una sociedad extraña a la suya y que muchas veces se torna hostil…
…el matrimonio en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, que acaba de tener una hija con síndrome de Down…
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Amar.
Seguir hacia adelante.
Decisiones y actitudes cotidianas que se constituyen en auténticos hitos en el camino de nuestra vida.
Me gusta el ángulo desde el que plantea el asunto cierto sabio de la Antigüedad: “Hay quienes llegan a la muerte llenos de vigor, felices y tranquilos, llenos de prosperidad y de salud. Otros, en cambio, viven amargados y mueren sin haber probado la felicidad”. Libro de Job, capítulo 21, versículos 23 y 24 (DHH).
¡Buen Fin de Semana!
CRISTIAN FRANCO
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