¿DÓNDE ESTÁ EL OTRO EXTREMO?

 

¿DÓNDE ESTÁ EL OTRO EXTREMO?
por el Hermano Pablo
La pequeña criatura tenía apenas doce horas de haber hecho su aparición en este mundo. Para algunos este es un mundo de grandes oportunidades; para ella era un mundo de increíble dolor. Por eso lloraba, porque no podía ser de otra manera. Era una criatura tirada en un terreno baldío a escasos metros de la frontera méxico-americana.

Un niño de doce años de edad, llamado Alberto, la oyó llorar y corrió de inmediato al teléfono. Llamó a la policía, y éstos pronto acudieron al lugar y recogieron el cuerpecito, todavía vivo y caliente. La bebita, con apenas doce horas de nacida, tenía todavía adherido el cordón umbilical.

El médico tomó ese tubo de carne por donde durante nueve meses había recibido la vida, y dijo, comprendiendo todo el dolor del drama: «¿Dónde estará el otro extremo de este cordón?»

La pregunta del médico deja vacío el corazón. ¿Dónde estará el vientre que albergó por nueve meses a esa bebita? ¿Dónde estará esa madre que la concibió y dio a luz? ¿Dónde estará el padre que la engendró? Son preguntas que tal vez queden para siempre encubiertas, pero de ellas surgen otras preguntas.

¿Dónde está, amigo, «el otro extremo» de su vida? ¿Dónde está ahora su esposa, la mujer a la cual usted dio juramento de amor? ¿Dónde están los hijos que usted engendró? ¿Dónde está el hogar que una vez formó con las mejores intenciones y las mejores esperanzasí Por más distancia que los separe, usted sigue unido a ellos por un cordón umbilical invisible, pero muy real.

Puede que usted me conteste: «No se preocupe, Hermano Pablo. Mi esposa, mis hijos, todos mis seres queridos, están en casa, bien cuidados.» O puede que usted no tenga, en este momento, una respuesta precisa que darme.

Si ese es el caso, el triste caso suyo, permítame decirle que nunca es tarde. Si hay todavía resuello en su pecho, si todavía su corazón late, si usted todavía tiene vida y aliento, hay una solución. Hay un remedio para todos los errores, dramas y tragedias que usted ha provocado.

Aunque es cierto que fácilmente pierde uno esperanza en sí mismo, hay Uno en quien se puede confiar. Es el Señor Jesucristo, Señor y Salvador todopoderoso que siente el dolor del fracaso humano y tiende su mano bendita para levantar al caído. Él se especializa en los fracasos humanos. Ponga su fe en Él y pídale con confianza su ayuda. Él sana a los que están a los dos extremos.

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