Diferencia Entre Malos Apodos Y Sobrenombres

Sinceramente existe una gran diferencia entre malos apodos y los sobrenombres.

SOBRENOMBRES:
Los sobrenombres vienen a ser como diminutivos originados de los nombres de las personas, por ejemplo: a los que se llaman igual que su servidor “Leonardo”, nos dicen “Nayo”, o bien nos pueden llamar por nuestras iniciales; “Leonardo José” “LJ”, pero al final, esto no ofende.
Los sobrenombres forman parte de la cultura de muchas sociedades, en algunos casos resaltan una virtud o cualidad positiva, por ejemplo; a Charles Spurgem le decían “el príncipe de los predicadores”, Carlos Annacondia llamó a Dante Gebel “Tsunami espiritual”, pero al final esto no ofende.
Pueden considerarse como sobrenombres los nombres artísticos, por ejemplo; “Vico-C”, su nombre verdadero es “Luis”.

MALOS APODOS:
Sin embargo, actualmente las sociedades están siendo contaminadas por personas que van más allá de estas costumbres que no ofenden, ya no utilizan solamente los sobrenombres, sino que le ponen malos apodos a todo el mundo.

Los malos apodos son maldiciones, ya que denigran a las personas, pues resaltan defectos físicos, son burlas, apuntan a incapacidades y/o errores que han cometido en ciertas etapas de su vida, al final, los malos apodos sólo crean una mala imagen en las personas. El proverbista Salomón enseña que las palabras tienen poder, si a una persona le dicen por ejemplo “el burro”, ese mal apodo está atando a esa persona, de tal manera que cuando llegue a equivocarse la gente va a decir: “con razón le dicen el burro…”, cuando todos ya sabemos que equivocarse es de seres humanos.

Normalmente en los sistemas penales de justicia, cuando una persona va a ser procesada por la supuesta comisión de un delito, lo primero que hace la policía es preguntarle cual es su mal apodo (alias), porque algunos expertos creen que el mal apodo refleja la personalidad de la persona, imagínate que te presenten a alguien que le dicen de mal apodo “la rata” ¿Qué es lo primero que se te viene a la mente? Acá en Nicaragua a los rateros les dicen “ratas”.

Es curioso que haya malos apodos que nacen en la misma familia, o bien, de los supuestos amigos. En cierta ocasión, el suscrito exhortó con amor a un amigo porque acostumbraba a llamar a su pequeño hijo: “pollito”, aunque se trate de tomar las cosas por el lado amable, al final se tornará en un gran problema, porque cuando ese niño crezca, la gente en vez de decirle “pollito”, le van a decir “pollo” u otras cosas semejantes, tales como: cabeza de pollo, patas de pollo, gallo gallina, etc. ¿Se alegrará este niño cuando crezca, que todo el vecindario le diga así?

Los jóvenes que acostumbran a poner malos apodos, deben renunciar a este mal hábito, la Escritura al respecto enseña en II Corintios 5:17 “De modo que sí alguno esta en Cristo, nueva criatura es, las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas”; así que si estamos en Cristo hasta nuestro lenguaje debe cambiar.

LO ÚLTIMO:
Aterrizando con el tema de los sobrenombres, lo cual diferencio a gran escala de los malos apodos, no pretendo dejar abierta la posibilidad de que comencemos a ponerles sobrenombres a todo el mundo, en ningún momento, sólo afirmo que los sobrenombres son parte de la cultura o del lenguaje de muchas sociedades, pero que no ofenden ni son parte de un lenguaje que busca resaltar los defectos. En cambio, repito: “los malos apodos son maldiciones”.

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