Levántate y… ¡Basta!

Si algo te domina, y nubla tu existencia;
si ves tu rostro enjuto, por una vil demanda
de un vicio, o pensamientos ajenos de clemencia
y notas que tu alma de Dios, más lejos anda.

Si están tus ojos tristes y en vejez prematura,
por dejarlos que fueran tras las pasiones locas;
si en vez de haber alivio, en ti hay apretura
y por la incertidumbre tus sienes mucho tocas.

Si aquél silbido dulce que de mañana dabas
de tus labios no surge, sólo suspiros sueltas;
si los cantos de gloria de pronto los acabas
y viejos estribillos del mundo están de vuelta.

Si a los amaneceres como terrores miras,
si como un escondrijo ves los atardeceres;
si avanzada la noche a dormir te retiras,
y de los que se duermen el último tú eres.

Si de repente sombras te suenan familiares;
si a lo que condenaste ahora brindas techo;
si la maldad te incita a que de orar tú pares
y te pronuncia aliado, por lo que tú hayas hecho.

Ahora en este instante, ve y dobla las rodillas,
y en reconciliación con Dios, alza bandera;
que su Espíritu quiebre cadenas y perillas;
que afirme nuevamente tus pies en la carrera.

Y ya, limpio y lavado con la sangre bendita
del Cordero Glorioso, por quien la iglesia espera,
levántate y has uso (lo que la biblia cita)
de la espada, y esgrime con ésta en toda esfera.
Destruye fortalezas, las amarguras quita,
Y exclama- ¡Cristo vive! ¡Te ato y te echo fuera!

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