Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo:Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.Y habiendo dicho esto, expiró. Lucas 23:46.
Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida,para volverla a tomar.Juan 10:17.
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu (7) – El Devocional Diario
Esta es la última frase de Jesús en la cruz evocan toda la intimidad del amor y de la comunión entre Jesús y su Padre. Al igual que antes de las tres horas de tinieblas, Jesús volvió a decir: «Padre». La expiación estaba cumplida; el problema de nuestros pecados estaba solucionado.
Plenamente consciente, Jesús dio y dejó su vida. Inclinó la cabeza y entregó su espíritu al Padre. Este fue el acto final de su sacrificio voluntario. Él mismo separó su espíritu de su cuerpo y lo entregó a Dios su Padre.
En el Nuevo Testamento leemos varias veces que Jesús se entregó a sí mismo (Gálatas 2:20; Efesios 5:2, 25; Tito 2:14). Todas esas expresiones hacen brillar la grandeza y el amor de aquel que dio su vida. Nadie tenía el poder de quitársela (Juan 10:18), pero Él la ofreció para que pudiésemos recibir una vida nueva y espiritual, al confiar en Él.
Jesús se enfrentó a la muerte como vencedor, sabiendo que Dios resucitaría su cuerpo (Hechos 2:27). Mediante su muerte destruyó el poder del diablo (Hebreos 2:14). La séptima frase anuncia el descanso de la nueva creación. El pecado y el mal fueron vencidos en la cruz. Así como el séptimo día de la creación fue el día del reposo y de la satisfacción, igualmente la séptima frase introdujo al Señor en el lugar del perfecto reposo de la obra cumplida.
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