Liderazgo Cristiano – Problemas de equipo

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    Los problemas son un factor de toda relación entre personas. La presencia de estos no es nociva para la relación, pero muchas veces la falta de madurez para manejarlos termina dañando seriamente a las personas involucradas

    Los conflictos son un factor normal de toda relación entre personas. De hecho, si no se presentan revela que alguna faceta de la relación no está funcionando correctamente, pues es imposible que dos personas crezcan y maduren juntas sin que experimenten algunas tensiones interpersonales. La presencia de estos conflictos no es nociva para la relación, pero muchas veces la falta de madurez para manejarlos termina dañando seriamente a las personas involucradas. Por esto es fundamental manejar con sabiduría las tensiones que van surgiendo en un equipo para que el grupo involucrado siga creciendo hacia su pleno potencial. Algunos asuntos por considerar en cuanto a esto son:

    1. Conozca el potencial del conflicto

    Según la forma en que se manejen, los conflictos pueden tener resultados muy positivos para los individuos que forman parte de un equipo, ya que siempre obligan a una evaluación personal. Cada una de las personas involucradas puede identificar actitudes y comportamientos que necesitan ser modificados.

    El conflicto también estimula al cambio, pero no aquel que resulta de los intentos de castigar a la persona con la cual surge la diferencia, sino de una apreciación honesta de los elementos que han contribuido negativamente al problema. Las situaciones de conflicto también proveen de oportunidades para manifestar correctamente emociones que podrían ser dañinas. A la vez, fomentan la honestidad en las relaciones interpersonales al abrir camino para un diálogo más íntimo y franco con el resto de los integrantes del equipo. Muchas veces es solamente en situaciones de conflicto que surgen actitudes y convicciones que estaban escondidas hasta el momento.

    2. Conozca las alternativas para resolver conflictos

    Existen diferentes maneras de manejar el conflicto, cada una de ellas adecuada para determinadas situaciones. La clave para la resolución de dificultades interpersonales es poseer un alto grado de flexibilidad, porque las situaciones varían y demandan diferentes enfoques.

    Hay cinco caminos que pueden tomarse para resolver las contrariedades:

    Evitar
    Algunos temas son sumamente escabrosos y han generado polémicas a lo largo de siglos. Frente a esta realidad resulta sabio, muchas veces, ni siquiera mencionar ciertos, pues lo único que se logra con la discusión es enredar a los miembros del equipo en un verdadero laberinto de argumentos y posiciones del cual difícilmente se podrá salir.
    Ceder
    En algunas situaciones no vale la pena insistir en una postura, porque los temas son de poca relevancia para el avance del ministerio. Si se está eligiendo el color de la pintura para el baño del edificio, por ejemplo, no tiene sentido una discusión encarnizada sobre el asunto. En algunas situaciones lo más sabio es darle el gusto a otros, para avanzar hacia temas de mayor peso.
    Competir
    En esta postura, las personas involucradas creen que los temas en juego son de una importancia fundamental para sus vidas y proyectos y ninguno está dispuesto a dar espacio al otro. Es una postura radical que debe ser adoptada solamente en situaciones extremas. El pasar de los años y la experiencia revelarán que es apropiada para muy pocas situaciones.
    Negociar
    Las personas en este punto buscan encontrarse a mitad de camino, es decir, que cada uno obtenga algunas concesiones pero también ceda en algunas demandas. Empero, aunque este es un proceso trabajoso, realmente resguarda la salud de los integrantes del equipo, pues en esta posición «todos ganan algo».
    Confrontar con amor
    En ocasiones es apropiado estar de acuerdo en ¡no estar de acuerdo! Hay temas que son importantes pero no esenciales para el buen funcionamiento de un equipo, y los integrantes maduros no tendrán problemas de trabajar con un grupo de personas donde otros piensan diferente. Es precisamente en esta característica que se define la verdadera riqueza de un equipo de trabajo, pues las personas escogen amar y respetar a quienes no comparten sus opiniones.
    3. Conozca las reglas para «pelear limpio»

    Como se mencionó al principio de esta página, lo que más daña las relaciones no son los conflictos, sino la forma en que son manejados. Es importante, entonces, que en un equipo se establezcan reglas claras para la resolución de conflictos y se ayude a que no se trasladen al plano de lo personal. Algunas de las más importantes son:

    Sea dueño de sus emociones

    En situaciones de conflictos resulta común atribuir a los demás los estados de alteración que cada quien experimenta. Cuando se dice por ejemplo: «me haces enojar» o «me pones triste» en realidad afirmamos que nosotros no somos responsables de nuestros propios sentimientos. Sin embargo, la verdad es que cada uno de nosotros es dueño de las maneras en que reacciona y es más constructivo, por lo tanto, decir «me siento enojado» que intentar atribuir a otros mis propios estados de ánimo.

    Trate un tema a la vez

    Con frecuencia se aprovecha una situación de conflicto para mencionar todos los asuntos del pasado que no se conversaron en el momento oportuno. Esto por lo general, incluye una larga lista de supuestas ofensas a manos de la otra persona o personas y casi siempre logra «embarrar la cancha», pues el grupo termina concentrado en temas que no tienen ninguna relación con el asunto por tratar. Por eso es bueno que todos los miembros de un equipo hagan un esfuerzo por mantener la conversación enfocada en un solo asunto por vez.

    Evite las acusaciones

    Dios no nos da licencia para acusar a nuestros hermanos de nada, aun cuando existan actitudes incorrectas en la otra persona. En ninguna forma se contribuye a la resolución del conflicto cuando se acusa a los demás; resulta más productivo compartir las percepciones como observaciones personales que no tienen peso de verdad absoluta. Por ejemplo, frente a una actitud deshonesta, usted podría decir: «yo siento que lo que ocurrió no fue del todo honesto». Esto es muy diferente que afirmar: «usted es un hipócrita».

    Mantenga la separación entre persona y tema

    A muchas personas les cuesta separar a la persona de las opiniones que posee. No obstante, debe recordarse que son dos asuntos muy diferentes. La clase de amistad entre personas que sostienen opiniones opuestas no es posible si usted cree que las diferencias lo invitan a rechazar también a la persona que las expresa. Es posible que alguien difiera con usted, pero no por esto lo está descalificando. ¡Simplemente está expresando una opinión diferente! Si para cultivar amistades necesitáramos que todos pensaran igual que nosotros, ¡tendríamos muy pocos amigos!

    Evite exageraciones

    A veces deseamos darle más peso a nuestros argumentos. Para lograrlo, echamos mano de la exageración diciendo, por ejemplo: «todo el mundo está enojado con la decisión» o «siempre reaccionas de la misma manera». Si hiciéramos una evaluación honesta de la situación, encontraríamos que «todo el mundo» es, en realidad, el que habla y ¡dos personas más! Trate de quitar de su lenguaje estas cuatro palabras que indican exageración: Todo, nunca, nada y siempre.

    Afirme su amor por la otra persona

    No importa cómo termina la discusión de las diferencias con otros integrantes del grupo, no se vaya sin afirmar el valor de ser parte del equipo con ellos. Esta es una manera práctica y constructiva de poner por obra la exhortación del apóstol Pablo, que dice: «Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo» (Ef 4.26—27). Muchos equipos no logran superar los conflictos porque los resentimientos continúan vivos durante mucho tiempo.

    Resista esta tendencia demostrando su cariño y compromiso con los de su equipo, aun cuando estos pueden haberle fastidiado. Este es el camino que mostró Cristo para con sus discípulos. Cuando lo haga descubrirá cómo la preciosa gracia de Dios une su corazón a la de sus hermanos en un espíritu de amor que es a prueba de toda tribulación.

    Apuntes Pastorales, Volumen XXII – Número 4. Todos los derechos reservados.

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