No prestéis vuestros miembros para servir al pecado

     

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    Ni tampoco ofrezcáis más vuestros miembros como armas al servicio del pecado, sino ofreceos a Dios como quienes han vuelto de la muerte a la vida; y ofreced vuestros miembros a Dios por instrumentos de justicia.

    Romanos 6:13

     

    Se cuenta que una vez, un cristiano chino viajaba en un tren junto a tres incrédulos. Estos, para entretenerse, decidieron jugar a las cartas, pero, dado que necesitaban un cuarto jugador, pidieron al cristiano que se les uniera. Este contestó:

    —Siento no poder hacerlo, pero no puedo unirme a ustedes en su juego porque no traje mis manos conmigo.

    —¿Qué quiere decir? —le preguntaron atónitos.

    —Este par de manos no me pertenece —les explicó, refiriéndose al traspaso de propiedad que había ocurrido en su vida cuando aceptó a Jesús como Salvador.

    Esto explica muchas cosas. Primero, que la santidad abarca el ser entero. Pablo dijo: «Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado sin culpa para la venida de nuestro Señor Jesucristo» (1 Tes. 5:23).

    Qué es un cuerpo santo? ¿Cómo puede dejar de ser santo un cuerpo? He ahí la razón de la temperancia, la templanza, la moderación, la frugalidad, la limpieza, la castidad, la pureza. He ahí la razón para ser temperantes en el comer, el beber, el trabajo, el descanso, el juego, el pensamiento y todas las actividades en las que entra la parte física de nuestro ser.

    Algunos se quedan perplejos con la afirmación del apóstol Pablo cuando señaló que «el ejercicio corporal para poco es provechoso» (1 Tim. 4: 8). En realidad, «Pablo no está menospreciando los beneficios del ejercicio físico. El cuerpo humano es «el templo del Espíritu Santo» (1 Cor. 6:19,20) y todo cristiano debe mantenerse en el mejor estado posible de salud. Esto requiere una razonable cantidad de ejercicio físico. Lo que preocupa a Pablo es que la austeridad o el ejercicio físico de cualquier naturaleza se convierta en un fin en sí mismo, para detrimento de la piedad del carácter»

    Los miembros de nuestro cuerpo son sagrados. Fueron comprados por precio. Nuestro cuerpo pertenece a Dios. El cristiano fiel nunca descuida su condición física, porque es descuidar una parte muy importante de su ser. Dios pide cuenta de todo lo que hacemos con nuestro cuerpo.

    Analicemos de nuevo nuestra dedicación y consagración. ¿Cómo tratamos nuestro cuerpo? ¿Es santo y puro lo que hacemos con cada uno de los miembros de nuestro cuerpo?

    Juan O. Perla 

    Meditaciones Matinales para Adultos, 2009

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