Las fuerzas para vencer provienen de Dios

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Cuando Ana Isabel Ospina cruzó la meta y batió su propio record de atletismo en cuestión de segundos, miró hacia las tribunas, agradeció con una sonrisa los aplausos de decenas de personas, y pensó que más de setenta años no eran un obstáculo para que siguiera siendo una triunfadora.

La mujer se convirtió en la penta campeona más anciana del Valle del Cauca, en Colombia, pero en comparación con muchas personas más jóvenes, tiene la agilidad de una adolescente, las ilusiones y la alegría de una quinceañera y los sueños de un estudiante recién egresado de la secundaria.

Hay momentos en que piensa que renunciará a una carrera, cualquiera que sea. Las fuerzas se le escapan y ve muy distante el final de la competencia. Pero tiene claro que vencer implica esfuerzo y entiende que sólo lo logran, quienes no permiten que las circunstancias gobiernen su existencia.

Ana Isabel sale con sus nietos a jugar en el parque. Ser una corredora destacada en los campeonatos de la tercera edad no le ha robado su ternura de abuela, los consejos sabios del que ha vivido mucho, y la tranquilidad de quien valora cada nuevo día como un regalo de Dios, único e irrepetible.

No deje de luchar ahora…

Esta campeona de atletismo me hizo reflexionar en los que, como ella, han llegado al límite de sus fuerzas en muchas ocasiones, y antes que seguir adelante, se dejaron vencer por las circunstancias.

El salmista escribió un principio de vida que toma particular vigencia cuando sentimos que no podemos seguir adelante.«Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, En cuyo corazón están tus caminos. Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente, Cuando la lluvia llena los estanques.» (Salmos 84:5, 6).

Es Dios quien nos otorga las fuerzas para vencer. No permita que la derrota y la frustración lo dobleguen. Adelante. ¡Dios está de su parte!. No lo dejará solo. Jamás lo ha hecho. Mire adelante. La meta está cerca. ¡Siga luchando!

Permítame, antes de despedirme…

No puedo despedirme sin preguntarle, con todo respeto; ¿Ya recibió a Jesucristo en su corazón? Si no es así, no deje pasar este día sin hacerlo. Es muy sencillo. Incluso puede hacerlo ahora mismo, allí donde se encuentra. Dígale: “Señor Jesucristo, Señor y Salvador: Gracias por morir en la cruz por mis pecados. Reconozco mi maldad y agradezco que por su sacrificio, me abras las puertas a una nueva vida hoy. Te abro las puertas de mi corazón. Haz de mi la persona que tú quieres que yo sea. Amén”

Si hizo esta oración, tengo para usted tres invitaciones:

1.- Haga de la oración un principio de vida diario. Orar es hablar con Dios.

2.- Lea la Biblia, el libro más maravilloso. Allí aprenderá principios que le ayudarán en su proceso de crecimiento personal y espiritual.

3.- Comience a congregarse en una iglesia cristiana. Su vida espiritual y personal experimentará un crecimiento sorprendente.

Ahora, si tiene alguna inquietud, no dude en escribirme afernandoalexis@aol.com

Fernando Alexis Jiménez

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