Átomos de su sangre – FELIZ NAVIDAD !

Jesucristo murió. No hay duda. Su corazón dejó de latir. Ya no estaba entre los mortales. Su sangre cayó gota a gota, y la tierra la bebió y quedó sanada. Impregnada de una vida que no había conocido hasta entonces. Esa sangre, roja, tibia, llena de amor, fue derramada sin pedir nada a cambio. Solo por el amor de dar.

Los átomos de esa sangre aún están entre nosotros. Se esparció a todos los continentes. Se pegó al polvo de los zapatos de los que lo pisotearon. Viajó en la mancha de esa túnica que vistió. El agua derramada la ayudó a llegar hasta lo más profundo de la tierra y conquistó aún los reinos más ocultos. Aunque esa sangre se evaporara, volvió a caer sobre la tierra en forma de rocío, lluvia, brisa y llanto.

Desde entonces, la puerta se abrió y no se volvió a cerrar. Un eco llama a los caminantes a entrar por ella: «Ven, tengo preparado un lugar para ti también». Los delicados de corazón y los desesperados se amontonan por entrar. Es estrecha, pero al cruzar el umbral entras a otro mundo. Su mundo.

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