LA JUSTIFICACIÓN QUE VIENE DE DIOS

LA JUSTIFICACIÓN ES LA QUE VIENE DE DIOS

Leer con oración: Gn 3:5, 7, 9, 21; Is 14:13-14; Jn 1:29; Ro 5:9

“Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira” (Ro 5:9)

Isaías 14 describe que Lucero sobresalió de entre los demás ángeles (vs. 13-14), pues se le dieron muchos dones y mucha capacidad. Puesto que era muy dotado, fue cumpliendo sus tareas y recibió de Dios posiciones cada vez más elevadas. Este es un proceso normal, pero hubo un momento en que se exaltó. Dios lo había puesto por encima de los demás ángeles, y lo había constituido como el principal de entre los tres arcángeles. Él debía estar satisfecho, pero no fue así.

En el versículo 14 su orgullo se manifestó: “sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo”. Él se convirtió en el principal de los arcángeles, pero por causa de su soberbia se sintió muy capaz y quiso subir aun más.

Cuando ya no podía subir más, Lucero quiso ser igual a Dios. Sin embargo, no recordó que era tan sólo una criatura, y Dios era su Creador. ¿Cómo puede una criatura querer compararse con el Creador? Por causa de su orgullo, Dios lo lanzó por tierra. Esto debe servirnos como advertencia, a fin de que nunca nos enorgullezcamos.

Cuando Adán comió del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal que Eva le ofreció, sus ojos fueron abiertos (Gn 3:7). Por haber adquirido la capacidad de discernir entre el bien y el mal, ambos vieron que estaban desnudos y así no podían agradar a Dios. Al darse cuenta de que la desnudez era algo vergonzoso, relacionado con el pecado, cosieron hojas de higuera e hicieron delantales para sí. Esa fue la manera que encontraron para justificarse, pero, el hombre por sí mismo, no logra cubrir su desnudez.

Cuando oyeron la voz de Dios que se paseaba en el huerto, se escondieron de Su presencia. Entonces Dios llamó al hombre, y le dijo: “¿Dónde estás tú?” (v. 9). Adán necesitaba de la presencia de Dios, y Dios también necesitaba de la presencia de Adán. Él sabía que Adán se escondió porque estaba desnudo, por vergüenza de su pecado. Así que, usó unas vestiduras de pieles, probablemente de un cordero, para vestirlos (v. 21). Esto prefigura al Señor Jesús como el Cordero de Dios, que murió por nosotros, derramó Su sangre y nos justificó (Jn 1:29; Ro 5:9)..

Punto Clave: Cristo, el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Pregunta: ¿Por qué Dios sustituyó las vestiduras de Adán?

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