MARIO MORENO CANTINFLAS : DICEN QUE ME HE IDO, PERO NO ES CIERTO

MARIO MORENO «DICEN QUE ME HE IDO, PERO NO ES CIERTO»

(Centenario del Natalicio de Mario Moreno «Cantinflas»)

Mario Alberto Moreno Reyes fue el segundo de quince hijos que tuvo Pedro Moreno Esquivel, funcionario del correo de México. Nació en el Distrito Federal, en la sexta calle de Santa María la Redonda, número 182, a las doce y media de la madrugada del sábado 12 de agosto de 1911. «Como es testimonio de mi padre, tiene que ser cierto —juzga Mario Moreno mismo—, pero no es importante.

»Es difícil para la gente señalar exactamente cuándo nació Cantinflas. Pero puedo asegurarles que nació conmigo —sigue contando el renombrado actor cómico mexicano—…. En esa época, aunque mis padres con grandes sacrificios habían conseguido ponerme en la escuela, me había escapado y fui carpero, cantante y bailarín en una carpa, o sea, uno de esos teatros portátiles que… instalaban por lo regular en las zonas más pobres y superpobladas de la Ciudad de México. Dentro de las carpas, ya descoloridas y comidas por la polilla, las representaciones eran duras e ingratas. Los espectadores eran más duros…. Si… usted le gustaba [al público], usted lo sabía: el público golpeaba las bancas de madera, silbaba y vociferaba su aprobación. Si no estaban con usted, podía recibir un tomatazo o el impacto de una botella con excrementos.

»Es entonces cuando Cantinflas comenzó a caminar. Salí una noche y repentinamente sentí todo el impacto del miedo al escenario. Quedé paralizado momentáneamente. Entonces Cantinflas tomó mi lugar y empezó a hablar. Habló… frenéticamente, enredadamente, sin sentido, tonterías, disparates, palabras confusas, incoherentes. Cualquier cosa antes que demostrar miedo. Dio resultado. Atolondrados, perdido el equilibrio por la imposibilidad de entender lo que se decía, los espectadores estaban silenciosos. Después rieron. Al aumentar las olas de risa y llegar muy intensas al escenario, supe que eso era para mí.

»Es irónico que… la situación frenética para mí en los momentos de pánico total y del miedo al escenario [llegó] a ser parte del lenguaje español. El verbo cantinflear significa hablar mucho y decir poco.

»Me gusta el nombre de Cantinflas. Estoy orgulloso de él…. Tomé [ese] nombre artístico… para esconder mi identidad y evitar a mis padres la vergüenza de saber lo que hacía para ganarme la vida…. Después de todo, mi familia, aunque pobre, tenía un gran orgullo.»

El 20 de abril de 1993, un cáncer de pulmón se llevó a Mario Moreno, pero quedó con nosotros el fenómeno cultural de Cantinflas. Todos somos testigos de que se han cumplido las palabras escritas en su epitafio: «Dicen que me he ido, pero no es cierto.»1

Gracias a Dios, si bien Cantinflas nos legó su inolvidable gracia humana para que podamos olvidar nuestros pesares momentáneamente, Jesucristo nos legó su indispensable gracia divina para que podamos librarnos de nuestros pesares eternamente. Así como, cada vez que vemos una de las graciosas películas del popular actor mexicano, nos disponemos a recibir la gracia de Cantinflas para que surta el efecto deseado, la risa momentánea, dispongámonos hoy mismo a recibir la gracia de Cristo para que surta, a su vez, el efecto deseado, el bienestar eterno.

1 Cristina Gómez e Inma Sicilia, Mario Moreno «Cantinflas» (Madrid: Dastin, S.L., 2003), pp. 7-11.

por Carlos Rey

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