Reflexión Cristiana – ¡se libre De las Espinas!

Reflexión Cristiana – ¡se libre De las Espinas!

«¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, … y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados» (Miqueas 7:18, 19).

Muchos de nosotros, cristianos, somos como la pequeña niña que empezó a pelear con una amiga. Su madre, que oyó cuando discutían, llamó la hija y le dijo que estaba equivocada y que necesitaba pedir perdón a Dios. Entonces, la niña si arrodilló para orar y, humildemente, pidió: «Oh Dios, por favor me perdone por ponerme brava y discutir con Raquel». Pero, su actitud permanecía errada, y, continuo orando y dijo: «Y haga que  Raquel venga a mí y me pida perdón. ¡Ó Señor, no le dé descanso hasta que no aguante más y venga a pedirme qué le perdone!»

¡Cómo esa actitud ha sido tan real en nuestras vidas! ¡Estamos siempre en lo correcto! ¡Los otros están siempre equivocados! Tengo el derecho de… No me daré por satisfecho hasta que… Yo me vengue… Y así por delante. La razón es siempre nuestra, aun cuando sepamos que eso no es verdad.

A veces también decimos: «Yo perdono… ¡pero, no olvido! Y ¿qué tipo de perdón es ése? . Un perdón que guarda heridas no es perdón. Un perdón que esconde resentimientos en los cajones del corazón no es perdón. Un perdón que a todo tiempo se es recordado no es perdón. Un perdón que solo existe de la boca para afuera nunca fue y nunca será perdón.

El perdón verdadero es como el de nuestro Señor. Perdona y esconde lo que fue perdonado en las profundidades del mar. Él jamás se recordará de nuestros errores confesados y arrepentidos. Serán cual si nunca hubiesen existido.

Cuando conservamos actitudes no  perdonadas, no experimentamos la cura de las heridas, no disfrutamos la alegría de librarnos de ellas, no nos regocijamos con la vida abundante que Cristo nos vino traer. Las personas a quienes perdonamos se sienten libres y felices y nosotros nos mantenemos aprisionados a una angustia interminable.

Si usted quiere volver a sonreír y cantar… sea libre inmediatamente de todas las espinas que aún están hiriendo su alma. Perdone… ¡y olvide!

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