LOS CRISTIANOS Y LA COSTUMBRE

LOS CRISTIANOS Y LA COSTUMBRE

«A propósito, el maná se parecía a la semilla del cilantro y brillaba como la resina. El pueblo salía a recogerlo, y lo molía entre dos piedras, o bien lo machacaba en morteros, y lo cocía en una olla o hacía pan con él. Sabía a pan amasado con aceite.» Números 11:7-8 (NVI)

El pueblo de Israel estaba viviendo en el desierto. Eso implicaba vivir en una carpa con suelo de tierra, caminar bajo un sol abrazador y morirse de frío cuando era de noche. No había canillas de agua, ni supermecados para comprar comida. Y no eran un grupo reducido de personas. Eran más de 2 millones, más los animales que cada uno de ellos tenían.

Era imposible encontrar alimento para tantas personas en un lugar tan desértico. En la antigüedad todas las sociedades tenían grupos especializados de caza. Ellos eran los responsables de conseguir comida. El problema era que no tenían heladeras. Así que lo que cazaban hoy debía ser comido hoy, o tal vez mañana. Pero al día siguiente había que salir a buscar comida nuevamente. Y así cada día de sus vidas. ¡Como deseaban aquellos hombres tener un buen freezer para almacenar la carne conseguida por una semana!

Para el pueblo de Israel este terrible problema estaba resuelto. En medio del desierto más terrible, Dios les daba cada mañana la comida para cada día. Tenían que salir a la puerta de su tienda y recoger el maná que Dios hacía crecer. Cada día Dios les daba su alimento, así que nadie salía a buscar comida. La tenían servida a la mesa.

Para los que salieron de la esclavitud, esto era un milagro increíble. Comían y se deleitaban en cada maná. Alababan y adoraban a Dios por su generosidad. Pero sus hijos crecieron saliendo a buscar maná a la puerta de su tienda. Y no les parecía nada extraordinario. Era algo de todos los días. Era algo normal. Ya no era un milagro asombroso.

Entonces se quejaron del maná. Lo comían todos los días, era pan del cielo, tenía todos los nutrientes. Pero lo desayunaban, almorzaban, merendaban y cenaban. La rutina les mató el asombro por el milagro de Dios.

¿Te pasa a vos lo mismo? ¿No podés ver la gloria y la grandeza de DiosíTal vez te acostumbraste a buscar el maná en la puerta de tu iglesia y la rutina no te deja ver la soberanía de Dios en esa provisión.

REFLEXIÓN – Dios sigue haciendo milagros, despertate para verlos.

Un gran abrazo y bendiciones

Dany

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí