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«Entonces ustedes me invocarán, y vendrán a suplicarme, y yo los escucharé. Me buscarán y me encontrarán, cuando me busquen de todo corazón.» Jeremías 29:12-13 (NVI)

Me causa mucha gracia jugar a las escondidas con Connie. Todavía tiene la inocencia de pensar que si se tapa los ojos, no puedo encontrarla. Así que me pide que la busque y se tapa los ojos. Yo la busco y la toco, pero hago que no la puedo encontrar. Ella se ríe y sigo buscando, hasta que la encuentro, nos reímos, la abrazo y la beso.

Juampi como es más grande, ya no se tapa con las manos, sino que se esconde debajo de la sábana. Y el proceso es el mismo, me tiro en la cama y busco al gordo, hasta que finalmente lo encuentro y nos reímos, lo abrazo y lo beso.

Obviamente, siempre los encuentro, porque puedo verlos. Aunque ellos piensan que no los veo. Por eso es fácil. El problema es que a Dios no podemos verlo. Con Él es una cuestión de fe. Para los judíos en tiempos de Jeremías, como estaban sufriendo la deportación a Babilonia, Dios parecía lejano, ausente e indiferente.

No los escuchaba, no los ayudaba, no les respondía. Entonces, ellos se sentían que no podían encontrarlo. Y pensaban que Dios estaba muy lejos. Cuando estamos sufriendo y pasamos por un mal momento, cuando estamos tristes o enojados, generalmente nos sentimos igual que esos judíos. Pensamos que Dios está muy lejos, que no nos escucha, que mira para otro lado. ¿Dónde está Dios cuando sufro? ¿Acaso no es amor? ¿Por qué no me lo demuestra y me responde?

Es posible que alguna vez hayas hecho alguna de estas preguntas (o todas) y la frustración aumenta cuando en vez de encontrar soluciones, solo hallás silencios.

Es allí cuando Dios vuelve a presentarse para recordarnos este concepto de su Gracia. Si lo invocamos, Dios siempre va a escuchar, y si lo buscamos de todo nuestro corazón siempre lo vamos a encontrar. Dios no juega a las escondidas con nosotros. Ni desea nuestro mal o actúa en forma sarcástica para lastimarnos.

En su precioso amor, Dios siempre escucha y responde, aunque no siempre su respuesta es lo que estamos esperando. Y aunque a veces nos haga esperar, esa respuesta no minimiza su eterno amor para con nosotros. No te dejés confundir por los sentimientos. Aún en tu peor momento, Dios siempre escucha y responde.

REFLEXIÓN – A Dios siempre lo podés encontrar.

Un gran abrazo y bendiciones

Dany

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