Reflexiones – Candido el Cubano

REFLEXIONES DIARIAS – CANDIDO EL CUBANO

» Y les dijo Jesús: Venid en pos de mi, y haré que seáis pescadores de hombres» ( San Marcos 1:17 )

Era un día Sábado como cualquier otro día en Miami, lleno de sol y con un calor abrazador, el cual es la característica de esta ciudad del sur de la Florida. La noche anterior había predicado en la iglesia, y luego del servicio, varios hermanos me invitaron a ir a comer pizza, lo cual hizo que llegara a mi casa un poco más de la media noche. Por esa razón, me levanté a las diez de la mañana.

Pensé que el día pasaría sin nada especial, y le pedí a Dios en oración que me organizara lo que quedaba del día.
Me dí un buen baño con mi jabón de almendras, me puse mi perfume favorito, mis himnos de alabanzas preferidos, tomé mi pluma y mi cuaderno de apuntes para escribir.

De un momento a otro, Dios puso en mi corazón un fuerte deseo de visitar a alguien, para llevarle el mensaje de la salvación, vi en mi agenda y no tenía ningún compromiso para ese día. Elevé una oración pidiendo dirección para que me guiara a la persona correcta.

Dios me indicó, que fuera caminando, que El me indicaría el lugar. Al llegar a una esquina, pude ver un alto edificio de dieciséis pisos, e inmediatamente, Dios me avisó que allí tendría que ir. Avance con pasos seguros, y al llegar al lugar, me enteré que el edificio era propiedad del gobierno y que allí únicamente viven ancianos, los cuales ya están jubilados, y que disfrutan de un precio especial en la renta de los apartamentos, los cuales a su vez, tienen que cumplir una serie de reglamentos, entre los cuales está, que ninguna persona sin autorización puede ingresar al edificio.

Allí me encontré con el gran obstáculo, al verme frente a una puerta cerrada y sin el nombre de una persona a quien yo iba a visitar para que me autorizara.

¡ Dios mio! Exclamé, ¿como podré entrar acá ?, sentí la voz de Dios que me dijo:
-Cálmate, hijo mio, ya veras lo que haré.

En ese momento, abrió la puerta el guardia de seguridad y me dijo:

-Pase adelante que lo están esperando. Yo entré timidamente, mientras en mi rostro trigueño se dibujaba una sonrisa, y buscaba con mis ojos negros el cielo, para dirigir una mirada cómplice de alegría, a mi Rey que me observaba desde arriba.
El siguiente paso era, ¿ a quien visitar ?, porque esas personas tienen instrucciones de no abrirle la puerta a nadie que no tenga una cita previa.

Confié en que Dios me llevaría a donde El tenía destinada la misión, llegué al ascensor y fui hasta el último piso, caminé por la terraza y pude ver un paisaje maravilloso de Miami que nunca había disfrutado, con una brisa fenomenal.
Proseguí mi camino por el pasillo, y cuando pasaba por un apartamento que tenía unas plantas a los lados de la puerta, toqué el timbre, e inmediatamente, escuché una voz de hombre que me dijo:

– ¿ Quien es ?
– Soy José Luis, le respondí-
Nuevamente me pregunto :
-¿ que desea ?
-le dije : vengo de parte del Señor Jesucristo

entonces me dijo:

-entra que la puerta está abierta
Lentamente ingresé en el apartamento, allí estaba Cándido, un anciano de 90 años de edad, cubano, ciego desde hacia 30 años, el cual vivía solo, pero contaba con el servicio de limpieza y alimentación por parte de la administración del edificio.

Aquella tarde fue muy amena, Cándido era un experto para preparar “café cubano» el cual disfrutamos, mientras él, se fumaba su “tabaco» y yo le relataba hermosas historias de la Biblia, las cuales eran intercaladas, por las respectivas historias de Cándido cuando vivió en la Habana, cuando fue contador en un banco y sus aventuras con las hermosas mujeres.
Esa misma tarde, Cándido aceptó a Cristo en su corazón y me pidió que lo visitara posteriormente. Hice un plan de visitas de seguimiento, le dí las doce doctrinas de la Biblia, luego de eso, el mismo Cándido se encargó de establecerme mas contactos dentro del edificio, a los cuales, visitábamos juntos con mi nuevo amigo, y así, poco a poco fuimos evangelizando hasta que visitamos el edificio completo.

Cada fin de semana que yo llegaba a la puerta de la caseta del guardia de seguridad, él me preguntaba a quien iba a visitar, y yo le respondía que a Cándido, desde allí se comunicaba con él para que autorizara mi ingreso.
Cuando llevaba seis meses visitando aquel edificio, y ya tenía cierta amistad con el guardia de seguridad, le pregunte:
-Disculpe la pregunta amigo, pero me gustaría saber, ¿porqué razón usted me permitió entrar al edificio la primera vez, sin que yo tuviera ninguna autorización?

El se quedó pensando y me dijo:

-Oh si, ya recuerdo, sabe que ese día, tenía una cita un trabajador social, y era justamente a la hora en la cual usted llegó a la puerta, y cuando lo vi muy elegantemente vestido, me imaginé que era usted, y por eso lo deje entrar, luego me informaron que usted es un ministro de Dios, y que muchas personas están felices con sus visitas y que algunos se han sanado de varias enfermedades. La administración está enterada de su labor, la cual hace en silencio, humildemente, con respeto, en orden y con mucho amor, que hemos decidido dejarlo hacer su trabajo, sin interrumpirlo.

El tiempo fue pasando, y esta noche al escribir esta vivencia, observo desde mi casa hacia el edificio de dieciséis pisos, iluminado, pero me llena de alegría al saber que en muchas de esas ventanas, hay personas que iluminaron sus vidas con la luz de Cristo en sus corazones. También al recordar cada uno de los pasos, para la evangelización en dicho lugar, compruebo que Cristo tiene el control sobre todas las circunstancias, eso me llena de alegría y esperanzas, al saber que soy un pescador de hombres, al servicio del Rey de Reyes.

Por: José Luis Gonzalez

2 COMENTARIOS

  1. 12/17/11.
    Una bella historia hermano Jose Luis Gonzalez.  Admiro mucho la bendicion que Dios le ha dado para escribir cosas tan bellas.  Yo llevo 32 años en el evangelio pero no he podido hacer mucho por los problemas de salud de mi esposo.  Me gusta ayudar a otros asi me olvido de mis propios problemas.  Ahora tengo a mi esposo recluido en un «Senior Center» por problemas mentales. Tiene alzheimer’s. Pronto regresa a casa, primero Dios, y tendria menos tiempo, pero si, para leer los buenos mensajes que recibo,y mas los suyos, hago tiempo.  Tengo 70 años [pero no me siento una anciana] y mi esposo 75.  Dos viejitos no! Pero muy dispuesta a servirle a Dios.
     Su hermana en Cristo,
                                        Aida L. Gonzalez

  2. Mi amado, siento un gozo difícil de describir desde lo humano, leo el relato y mis ojos se nublan por las lagrimas que empiezan a brotar de ellos por la emoción misma de saber muchas personas llegan a conocer a mi Señor por la labor silenciosa de personas como usted, lleno de humildad y de amor por los demás; son pocos los días que llevo en esta carrera y así quisiera servir a nuestro Dios.
    Que mi Señor continue llenándote de sus bendiciones mi amado.

    Con el amor de Cristo en mi corazón,
    Samir.

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