El Semblante de la Esterilidad en la Biblia

El rostro de la Esteril la BibliaEl Semblante de la Esterilidad en la Biblia

«Con esto, Ana se despidió y se fue a comer. Desde ese momento, su semblante cambió.» 1 Samuel 1:18 (NVI)

Solo aquellas mujeres que han deseado tener un hijo y les fue muy difícil pueden comprender la tristeza de Ana. Para aquellas que son solteras o fueron madres sin demasiadas complicaciones, este no sería un problema. Pero para Ana era estar muerta en vida. Las mujeres en aquellos tiempos tenían como única finalidad darle a su marido hijos varones. Una mujer estéril estaba condenada a la marginación social.

El esposo de Ana, a diferencia del resto de sus pares, en lugar de despreciar a su esposa, la amó más. Pero ese amor no alcanzaba, ella quería un hijo. Y no podía tenerlo. Cada año subía con su esposo a adorar en el templo de Jerusalén y cada fiesta eran una serie de días tristes y difíciles de digerir. No era una maldición por alguna falta que hubiera cometido. Ana no merecía ese problema. Intentaba agradar a Dios y ser fiel a sus principios. Pero no recibía lo que deseaba.

Se puede aguantar unas semanas, tal vez unos meses. Pero cuando el problema se extiende durante años, la tristeza se hace crónica, el dolor es intenso y la depresión golpea las puertas del alma. Así estaba Ana. Fue una vez más al templo a adorar con su tristeza a cuestas y durante la comida, se fue sola a clamar. No estaba orando, estaba suplicando al Cielo una respuesta. Estaba clamando con todo el dolor de su alma que Dios en su trono se dignara responderle. Porque ya no aguantaba más.

Y cuando en un acto de fe depositó toda su frustración, su dolor, su angustia y sus reclamos en el Trono de Dios, algo cambió. Dios hizo el milagro. Y Ana se fue sonriendo. No hubo un ángel luminoso haciendo una promesa, no se le infló el vientre con un embarazo en minutos, no le firmaron un documento para tener la solución a su angustia. Sin embargo, su semblante cambió y estuvo tranquila.

Después que oró, su tristeza se cambio por felicidad. No había recibido nada, su situación era exactamente igual que antes de comenzar a orar. Pero cambió su confianza. Ana sabía que había entregado su pesada mochila en los brazos de nuestro amante Dios. Y que cualquier cosa que pasara de allí en adelante, iba a ser para su bien (aunque a ella no le guste).

REFLEXIÓN¿Cómo está tu semblante?

Un gran abrazo y bendiciones

Dany

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