Perfeccionados por el sufrimiento. Parte 2

Perfeccionados por el sufrimiento. Parte 2

“…SI ES POSIBLE, PASE DE MÍ ESTA COPA…” (Mateo 26:39) 

Sucede a veces en círculos cristianos que cuando alguien sufre, lo achacamos a algún pecado oculto. Creemos que ese razonamiento nos exime a nosotros de padecer, porque no somos culpables de ese pecado específico. Pensar así es tener miras muy cortas, puesto que Jesús, el Hijo de Dios sin pecado, fue un ejemplo de sufrimiento. En Getsemaní no se quedó de pie envalentonado diciendo: ‘Venga, traedme la cruz.’ Al contrario, “Se postró sobre su rostro, orando y diciendo: «Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:39). Jesús asumió el dolor y demostró cómo glorificar a Dios en medio del mismo.

Un autor cristiano observó: “Dios nunca nos prometió que los tornados pasarían sin tocar nuestra casa para embestir la de nuestros vecinos paganos, ni que los microbios huirían de nuestros cuerpos cristianos. No estamos exentos de las tragedias de este mundo, como Dios hecho carne tampoco lo fue. De hecho, Pedro se ganó el más duro reproche cuando protestó en contra de la necesidad de Cristo de sufrir.  “Jesús le dijo… a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres… Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame, porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 16:23-25). Dios hizo de la tragedia más dolorosa –la ejecución de su Hijo inocente- una victoria definitiva sobre la muerte; tomó los planes del maligno y los transformó en algo bueno. “…Por sus llagas fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5) y por su debilidad somos fortalecidos.”

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