Compadecerte de los demás. Parte 1

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Compadecerte de los demás. Parte 1

«…LLORAD CON LOS QUE LLORAN» (Romanos 12:15)

En 1883, la poetisa Ella Wheeler Wilcox iba viajando en tren a un baile inaugural cuando percibió a una mujer que lloraba en el asiento de enfrente. Wilcox pasó el resto del viaje consolando a esta mujer y cuando llegó a su destino no estaba de humor para celebrar nada. Tiempo después, recordando a la mujer del tren, escribió los primeros versos de su poema Soledad: «Ríe, y el mundo contigo ríe; llora, y lloras solo.» Holly Vicente Robaina se expresaba así: «Reímos…jugamos… y celebramos juntos. ¿Por qué es tan difícil llorar juntosí Cuando alguien sufre, los cristianos dicen: ‘Oraré por ti’…En algunos casos Dios sana y restaura, pero a veces no se produce el milagro… y no queda más que una profunda tristeza.»

Tras la muerte de su esposa, C.S. Lewis escribió: «¿Dónde está Diosí Acudes a Él cuando estás desesperado, ¿y qué encuentrasí Una puerta que se cierra en tu cara, y el sonido de una cerradura de doble llave por dentro.» No creo que a Lewis le hubieran confortado las palabras de «Dios te ama… voy a orar por ti.» Aunque es fantástico exhortar, deberíamos medir nuestras palabras antes de decirlas. ¿Estamos «animando» a alguien para tapar el dolor porque no queremos tratar con él? ¿Sentimos de verdad lo que decimos o simplemente repetimos clichés de cortesía? ¿Esperamos que nuestras palabras lo arreglen todo? ¿Actuamos como si supiéramos consolar mejor que «el Consolador»? Cuando prometemos a alguien que oraremos por él o ella, ¿hacemos un seguimiento? ¿Te has preguntado alguna vez por qué Jesús lloró ante la tumba de Lázaro? Podía haberles dicho a los que estaban en duelo: ‘No os preocupéis, todo se va a arreglar’ justo antes de resucitar a Lázaro. Pero en lugar de eso, demostró su amor a las personas al compartir su llanto.

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