No me avergüenzo del evangelio

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No me avergüenzo del evangelio

«A la verdad, no me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para la salvación de todos los que creen: de los judíos primeramente, pero también de los gentiles.» Romanos 1:16 (NVI)

Me mandó Gustavo esta historia, que me pareció digna de reenviar, para que reflexionemos:

Una mañana cuando nuestro nuevo profesor de «Introducción al Derecho» entró en la clase lo primero que hizo fue preguntarle el nombre a un alumno que estaba sentado en la primera fila:

– ¿Cómo te llamasí
-Me llamo Juan, señor.
-¡Vete de mi clase y no quiero que vuelvas nunca más! – gritó el desagradable profesor. Juan estaba desconcertado. Cuando reaccionó se levantó torpemente, recogió sus cosas y salió de la clase. Todos estábamos asustados e indignados pero nadie dijo nada.

-Está bien. ¡Ahora sí! ¿Para qué sirven las leyesí… Seguíamos asustados pero poco a poco comenzamos a responder a su pregunta: «Para que haya un orden en nuestra sociedad» «¡No!» contestaba el profesor «Para cumplirlas» «¡No!» «Para que la gente mala pague por sus actos» «¡¡No!! ¿Pero es que nadie sabrá responder esta pregunta?!»… «Para que haya justicia», dijo tímidamente una chica. «¡Por fin! Eso es… para que haya justicia. Y ahora ¿para qué sirve la justicia?»
Todos empezábamos a estar molestos por esa actitud tan grosera. Sin embargo, seguíamos respondiendo: «Para salvaguardar los derechos humanos» «Bien, ¿qué másí», decía el profesor. «Para discriminar lo que está bien de lo que está mal»… Seguir… «Para premiar a quien hace el bien.»

-Ok, no está mal pero… respondan a esta pregunta ¿actué correctamente al expulsar de la clase a Juan?…. Todos nos quedamos callados, nadie respondía. – Quiero una respuesta decidida y unánime.

-¡¡No!!- dijimos todos a la vez.

-¿Podría decirse que cometí una injusticia?

-¡Sí!

-¿Por qué nadie hizo nada al respecto? ¿Para qué queremos leyes y reglas si no disponemos de la valentía para llevarlas a la práctica? Cada uno de ustedes tiene la obligación de actuar cuando presencia una injusticia. Todos. ¡No vuelvan a quedarse callados nunca más! Vete a buscar a Juan- dijo mirándome fijamente.

Aquel día recibí la lección más práctica de mi clase de Derecho. Cuando no defendemos nuestros derechos perdemos la dignidad y la dignidad no se negocia.

Pensaba en los chicos de esa clase y en lo que yo hubiera hecho. Y me sentí identificado. Habría hecho lo mismo. Hubiera hecho silencio, porque somos por naturaleza vergonzosos. Es la misma razón por la que no hablamos del Evangelio, ni predicamos a Jesucristo entre nuestros compañeros de trabajo o de estudio.

REFLEXIÓN – Valorizate, el Evangelio no se negocia.

Un gran abrazo y bendiciones

Dany

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