Como Evitar los Conflictos con los Demás

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Como Evitar los Conflictos con los Demás

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uando el auto se cruzó en la vía y la moto que conducía estuvo a punto de caer, Guillermo sintió que la sangre se le venía al rostro. ¡Estaba furioso! Aceleró su máquina y alcanzó al motorista que iba alcanzando un cruce. Previendo que seguiría derecho, adelantó e impidió su avance. Se apeó y, con el caso, dio varios golpes al automotor. Le sumió el capó.

¿Por qué lo hizo? Vamos, dígame: ¿Por qué lo hizo?¿Quería matarme o qué?–, le gritaba.

El conductor salió del auto, tranquilo. Se le acercó:

Usted quiere pelearse, ¿cierto?, pues yo no—le interpeló–. Soy cristiano y no voy a discutir a gritos con usted. Esperemos que se calme, y hablamos–.

Guillermo se sintió muy mal. Él también era cristiano, pero con aquél incidente, había echado por el suelo su testimonio. Se disculpó y le dio su número telefónico:

Me envía la factura por la reparación de su carro–, le dijo.

De regreso a casa se sintió muy mal porque su estado de ánimo, como solía ocurrir antes de ser creyente, se seguía exaltando con facilidad. ¡Era necesario que permitiera a Cristo obrar en todo su ser!

No podemos evitar los conflictos

Compartir con otras personas, en el hogar, el trabajo, los vecinos o donde quiera que nos desenvolvamos, inevitablemente nos llevará a tener conflictos. No podemos desconocer que cada quien es un mundo diferente, y como tal, la perspectiva que tienen sobre la vida es diametralmente opuesta en algunos casos. Eso alimenta las probabilidades de que haya diferencias de criterio, que pueden llegar a ser muy fuertes.

El autor y conferencista internacional, Peter Scazzero, señala que: “Si bien a nadie le gusta tener conflictos, desafortunadamente los hay en todas partes como en las cortes, los lugares de trabajo, la escuela, el vecindario, el matrimonio, la crianza de los hijos, con amigos cercanos y también cuando alguien te dice o hace algo inapropiado. La firme creencia que significa disimular las desavenencias o “poner un velo sobre ellas” para seguir a Jesús, continúa siendo uno de los mitos más destructivos que actualmente sobreviven dentro del cristianismo. Por esta razón organizaciones religiosas, pequeños grupos, ministerios, denominaciones y comunidades siguen sufriendo debido a los conflictos sin resolver” (Peter Scazzero. “Espiritualidad emocionalmente sana”. Editorial Vida. 2008. EE.UU. Pg. 37)

Esa proclividad a tener confrontaciones debe llevarnos a dos cosas: la primera estar preparados—lo que no significa prevenidos, mucha atención—a que se presenten dificultades y no permitir que esos choques nos roben la paz interior, y la segunda, a poner de nuestra parte para que no se aviven los problemas.

La disposición nuestra a no tener enfrentamientos con los demás, contribuye a un clima de armonía. Al respecto el apóstol Pablo escribió:Si es posible, en cuanto de vosotros dependa, estad en paz con todos los hombres.”(Romanos 12:18. La Biblia de Las Américas)

Ahora, hay situaciones en las que los tropiezos con los demás escapan de nuestras manos. Lo esencial es que tengamos conciencia clara de que ese conflicto no lo originamos nosotros, sino que lo propiciaron otras personas. En caso de que seamos responsables, lo apropiado es excusarnos.

Cuide el manejo de sus emociones

Cuando algo nos roba la paz, generalmente una discusión, debemos cuidarnos mucho de nuestras reacciones. El manejo que le demos a las emociones encontradas, aquellas que se derivan de sentirnos atacados, es fundamental. Determina si alimentamos la disposición a resolver los conflictos o por el contrario, contribuimos a desencadenar fuegos que derivan en impredecibles consecuencias.

 

Consciente que en cualquier momento puede asaltarnos la rabia, el apóstol Pablo escribió: «Airaos pero no pequeis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis oportunidad al diablo» (Efesios 4:26,27).

Pablo advirtió que si permitimos que se anide la ira o cualquier manifestación de contrariedad, hacia futuro el problema será mayor porque siempre el “hilo se rompe por el lugar más débil”.

El autor y conferencista internacional, Peter Scazzero, analiza el asunto de la siguiente manera: “Jesús nos enseña que los cristianos sanos no evaden el conflicto. ¡Su vida estaba llena de conflictos! Constantemente tenía conflictos con líderes religiosos, las multitudes, los discípulos, incluso con su propia familia. En su deseo de traer paz verdadera, Jesús acabó con la falta paz que había alrededor. Se negó a “excluir el conflicto” de la espiritualidad” (Peter Scazzero. “Espiritualidad emocionalmente sana”. Editorial Vida. 2008. EE.UU. Pg. 38)

Entonces, el asunto no es que haya problemas o que resultemos inmersos en ellos, sino que reconozcamos a tiempo si el error es nuestro y nos excusemos. Pero algo más importante aún: que no seamos nosotros los detonantes de los conflictos. Que se presenten vaya y pase, pero que no seamos usted y yo los causantes de los malentendidos o los enfrentamientos con los demás.

Ahora, otro elemento que reviste importancia es que el Señor trata con nuestro carácter. Él transforma aquello que deba ser modificado para contribuir a unas buenas relaciones interpersonales. Nos permite poner freno a tiempo cuando vamos a propiciar un conflicto.

¿Cómo lo hace Diosí Cuando mora en nuestro corazón a través de Jesús, su amado Hijo. Por eso reviste importancia que lo recibamos en nuestro ser como nuestro único y suficiente Señor y Salvador. Él traerá cambios en todo nuestro ser y permitirá que avancemos en el crecimiento personal y espiritual que tanto hemos anhelado. No desperdicie esta oportunidad. Recíbalo en su corazón.

© Fernando Alexis Jiménez

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