Cristiano No abandones tu llamado

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Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti…Quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos. – 2 Timoteo 1:6,9

¿Está usted haciendo lo que Dios le mandó hacer? Si no lo ha pensado antes, esta pregunta le puede parecer un poco extraña. Quizá piense que no es importante y se sienta tentado a decir: «La verdad es que no he sido llamado a nada. No soy pastor, maestro ni ministro de ninguna clase. Creo que soy simplemente lo que usted podría llamar un dedo meñique en el Cuerpo de Cristo».

Déjeme decirle algo: No importa quién sea usted, Dios le ha llamado con llamamiento santo. El le ha creado y le ha llamado para que cumpla un papel en el Cuerpo de Cristo que nadie más puede cumplir.

Puede ser que le haya llamado a tener éxito en los negocios para que pueda financiar la predicación del Evangelio por todo el mundo. Su llamamiento puede ser al ministerio de oración e intercesión o al de sanidad en el vecindario donde vive. Pero no importa cuál sea su llamamiento, tenga presente que es muy importante y que debe cumplirlo.

Si usted es como muchos creyentes que conozco, quizá haya dejado que su vida se llene de tantas cosas que no tiene tiempo para dedicarse a su llamamiento. Usted puede estar tan abrumado con los afanes de la vida que no se imagina cómo puede ocuparse de algo más.

Un pastor amigo mío se había comprometido a participar en tantos ministerios a través de los años que estuvo a punto de fundirse físicamente bajo la tensión; la sobrecarga casi acabó con su vida. Pero el Señor le habló una noche y le dijo: «Juan, no fue tu llamamiento lo que casi te mata, sino todas las otras cosas que le has añadido».

Yo he tenido que encarar eso en mi propia vida. He tenido que dejar de hacer cosas que yo creía que tenía que hacer y he tenido que disciplinarme para hacer solo lo que he sido llamado a hacer.

Propóngase en oración eliminar las cosas que usted ha añadido a su vida. Avive el don que Dios ha puesto en usted y vuelva a lo que Él le ha llamado a hacer. Después de todo, ese llamamiento es vital, es santo y es suyo, nunca permita que se le vaya de las manos.

Hechos 9:1-20

9:1 Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote,
9:2 y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén.
9:3 Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo;
9:4 y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persiguesí
9:5 El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. 
9:6 El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. 
9:7 Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, mas sin ver a nadie.
9:8 Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco,
9:9 donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió.
9:10 Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor.
9:11 Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, 
9:12 y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista. 
9:13 Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén;
9:14 y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre.
9:15 El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; 
9:16 porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre.
9:17 Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo.
9:18 Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado.
9:19 Y habiendo tomado alimento, recobró fuerzas. Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco.
9:20 En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios.

Kenneth Copeland

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