La Mentalidad de Langosta en la Vida Cristiana

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«¡Hasta vimos anaquitas! Comparados con ellos, parecíamos langostas, y así nos veían ellos a nosotros.» Números 13:33 (NVI)

El pueblo de Israel estaba por entrar en la tierra prometida pero las noticias de diez de los espías los desalientan. Se sintieron intimidados por los gigantes, les faltó confianza y una buena autoestima. Se miraron al espejo y se vieron como langostas, a las que se puede aplastar con una ojota. Insignificantes y sin valor. Algo desechable. Ningún soldado valiente, solo insectos.

¡Era el mismo pueblo que había cruzado en seco el Mar Rojo, y que había comido maná! Pero se sentían menos, y entonces, decidieron mal. Hay una regla que dice que las personas podemos decir hasta 300 palabras por minuto. Pero que podemos pensar hasta 1000. Es una buena regla que nos permite filtrar parte de lo que pensamos (aunque algunos perdieron ese filtro)

Pero a la inversa, es también un problema. Aquella persona que tiene una baja autoestima difícilmente pueda revertirla porque las palabras de ánimo o de valor que escucha, son apenas el 35% de las palabras negativas, condenatorias y lapidarias que su cerebro le repite diariamente: No servís, no vales, sos feo, sos gorda, no sos un buen deportista, no sabes hablar, tenés estrias, nadie te va a querer, sos una langosta.

Y lo peor del asunto es que el pueblo de Israel no solo tenía una baja autoestima, sino que por esa condición, creían que tenían un Dios a su medida. Un Dios pequeño, débil, sin convicción. ¡Que idea tan lejana y tonta de Dios! Sin embargo ellos la creyeron. Porque se sentían tan poca cosa, que pensaban que Dios estaba a su altura. Por eso terminaron caminando sin sentido por el desierto cuarenta años.

Por eso es que Dios está tan interesado en que te valores y te quieras. Dios desea que sus hijos tengan su autoestima bien alta, que se crean dignos y poderosos, hijos de Dios. No somos los marginales del planeta, somos los escogidos por Dios para reinar en la eternidad. Y nuestro papá ¡el el Dueño del universo!

¿Quién te quiere hacer creer que sos una langosta? Alejá ese pensamiento toxico de tu cerebro. Limpialo y llenalo de la Verdad de Dios. Sos valioso, sos una princesa para Dios. El te ama y te valora por lo que sos. Creele a Dios y viví cada día confiado en su Poder.

REFLEXIÓN – No te sientas una langosta.

Un gran abrazo y bendiciones

Dany

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