Reflexiones Cristianas acerca de la oración. Parte 1

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«…CADA MAÑANA LLEVO A TI MIS PETICIONES Y QUEDO A LA ESPERA» (Salmo 5:3 NVI)

Las ovejas acaban, con el tiempo, familiarizándose con la voz de su pastor y aprenden a confiar en él para que supla todas sus necesidades. ¿Cómo puedes tú también familiarizarte con la voz de Diosí Veamos algunas pautas:

1) Entrégale a Dios tus pensamientos al despertar. Con la cabeza en la almohada y los ojos todavía cerrados, ofrécele a Dios los primeros segundos del día. Dile: ‘Gracias por una noche de descanso. En este día te pertenezco’. C. S. Lewis lo expresó así: «En el momento en que te despiertas por la mañana, todos los deseos y actividades del día se agolpan en la cabeza como animales salvajes. Y tu primera tarea consiste en acallarlos y tratar de escuchar esa otra voz, recibir esa forma distinta de ver las cosas, dejar que fluya en ti esa otra vida más pausada, más fuerte y más sublime».

2) Entrégale a Dios tus pensamientos mientras esperas en Él. Sé como esos matrimonios de años que han aprendido a valorar el silencio; no necesitan llenar el espacio de conversación porque su cercanía mutua les basta. Procura estar en silencio delante de Dios. «Estad quietos y conoced que yo soy Dios…» (Salmo 46:10). Para sentir la presencia de Dios, tienes que estar en quietud delante de Él. Jesús oró: «…Que todos sean uno; como tú, Padre, en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea…» (Juan 17:21). ¿Cuándo eres más consciente de la presencia de Cristo «en ti», como Él lo prometió? ¿Hasta qué punto lo has invitado para que se sienta más y más a gusto en tu corazón? ¿Cómo has desarrollado en tu vida la disciplina de la intimidad con Dios en los últimos añosí

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