La Dependencia = Libertad

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Si bien es cierto que este tema es aplicable a cada una de las etapas de nuestra vida, lo hemos enfocado para el matrimonio. Matrimonios tanto entre cónyuges creyentes, como en los que solo uno de ellos es creyente.
La razón es que a nivel mundial, el diablo está empeñado en dos cosas principales:

a) degenerar el origen divino del matrimonio entre un hombre y una mujer y
b) en destruir los matrimonios, por ende la sociedad y la Iglesia. Pues el matrimonio es la base de ellas.

Es curioso descubrir que Dios, en Su Palabra es antagónico a lo que generalmente se entiende por dependencia e independencia.

Lo que comúnmente se entiende por libertad o independencia lo deseo graficar solo con un ejemplo; nuestros propios hijos. Ellos, al igual como lo hicimos muchos de nosotros, argumentan que añoran el día que cumplan 18 años para no depender más de los padres, pues desean ser libres para decidir y hacer lo que ellos quieran.

La Biblia más bien asocia la palabra independencia a esclavitud y la palabra dependencia la asocia a libertad. Como creyentes sabemos que eso es correcto, si se asocia la palabra independiente y/o dependiente en relación a “…de Dios”.

Cuando Dios creó al ser humano le advirtió que mientras se mantuviera dependiente de Él, en el cumplimiento de sus ordenanzas, sería libre. El no atenerse a ellas y vivir en independencia de Dios, pasaría a ser responsable y esclavo de sus propias decisiones y actos.

Los grandes y graves problemas sociales como la delincuencia, la corrupción, la drogadicción, prostitución, homosexualidad, crímenes, abortos, paternidad o maternidad infantil, etc., etc., los asociamos, generalmente, como producto del pecado del hombre; por su total independencia de Dios.

Nos hemos preguntado,
¿Cuál será la razón de los problemas de menor escala y que se dan a nivel de nuestra familias y matrimonios, como por ejemplo, faltar al deber de:

a) Obligación de fidelidad,
b) Ayuda mutua,
c) Protección reciproca,
d) Deber de respeto recíproco, por nombrar solo unos pocos y que, según estadísticas, han sido causales de separación o divorcio, incluso de matrimonios entre creyentesí

También nos hicimos esta otra pregunta:
¿Cuál será la razón de aquellos problemas o errores no resueltos que tenemos a nivel personal como traumas, mal carácter, malos hábitos y costumbres, etc., que afectan nuestras relaciones interpersonales a nivel social, de iglesia y nuestro propio matrimonio negativamente?

Esta última pregunta deseamos analizar más extensamente. Creemos, que es precisamente esto último lo medular y a lo que hay que ponerle freno, o encontrar solución, para no llegar a las situaciones anteriores.

La Biblia nos enseña que todo problema no resuelto nos esclaviza o ata. También nos enseña, que el único que puede librarnos de estas ataduras es Dios, a través del Espíritu Santo. Es decir, la dependencia de Dios nos ayuda y asegura la libertad de todo lo que nos pueda afectar, en lo personal y relacional, negativamente.

Cuando leemos la Biblia, o se nos aconseja o predica por ejemplo de Juan 15:8: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos”, nuestra tendencia es concluir que la clave está en dar fruto.
Para ello nos proponemos poner todo de nuestra parte para demostrar amor, comprensión, tolerancia, perdón, comunicación, paciencia, etc. Pero, muchas veces, después de la lectura o en el camino a casa después del culto, se nos olvidan los buenos deseos e intenciones.

Dar o llevar fruto no es la clave, eso es una evidencia. ¡La clave es permanecer en Cristo!
En Juan 15:5 Jesús nos lo reve la:
“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”.

El problema está entonces, en que muchas veces tratamos de llevar o dar fruto sin permanecer o depender 100% de Cristo. Sin Cristo estamos en desventaja y limitados en lo que quisiéramos hacer. ¡Sin Cristo no podemos hacer nada!
Nuestra propia vida y la de nuestro matrimonio son incompletas sin Él.

Frente a los problemas, el matrimonio puede entrar en crisis por tres razones fundamentales:

a) pérdida del amor entre los cónyuges,
b) falta de madurez y
c) porque dentro del hogar, paulatinamente, se ha ido perdiendo la presencia y el amor a Dios.

Esto nos puede conducir a caer en cuatro errores básicos y que pueden agravar la situación:

  1. No tener, o no querer tener, tiempo para dialogar y analizar los problemas.
  2. Divulgar sus problemas íntimos a quienes no corresponde hacerlo. Los problemas, ya en sus primeros estadios, deben ser consultados al consejero (cristiano y preparado) matrimonial y si la situación lo amerita, también se puede pedir ayuda a un profesional. Médico o Psicólogo.
  3. No asumir responsabilidades en la problemática, criticar y juzgar constantemente al otro.
  4. Olvidarse completamente de Dios. Cuando la relación con Dios se deteriora, como consecuencia se deja de orar, leer la Biblia y de asistir a la iglesia.

El matrimonio que no descubre estos errores y no le pone freno a tiempo, va camino al fracaso.

¿Por qué? Porque sin Dios no podemos amar con amor verdadero, no podemos ser fieles, no podemos perdonar y mucho menos pedir perdón y no podemos comprender ni tolerar.
¡Solamente con el amor de Dios se puede! Si es que éste, está vigente en las personas y en el hogar.
El remedio para nuest ras difíciles situaciones, las encontramos en Dios. A través de Su Palabra, la oración, el arrepentimiento y la dependencia de Dios. Arrepentimiento no es sólo pedir perdón por los errores o pecados cometidos; es también decidir cambiar de actitudes y malas costumbres.
¡La decisión es nuestra! Nosotros decidimos si además de creer en Dios, le creemos a Dios.

Todo matrimonio pasa y pasará por situaciones difíciles.
Algunos huyen de ellas, otros las asumen y se acostumbran a vivir con ellas y otros aprenden a resolver los conflictos y crecen juntos.
Lo último se logra, como lo hemos dicho, poniendo a Cristo en el centro de nuestra vida, de nuestro matrimonio y de nuestro hogar.
“….porque separados de mí nada podéis hacer.”

El Salmo 84:11-12 nos habla que el Señor da favor y honor a las personas que andan en integridad y que viven en dependencia de Dios.
“Porque sol y escudo es Jehová Dios; Gracia y gloria dará J ehová.
No quitará el bien a los que andan en integridad.
Jehová de los ejércitos, dichoso el hombre que en ti confía.”

Es tu cónyuge no creyente, no desmayes en tu deseo de que conozca a Dios igual como lo conoces tú. Pero, no lo intentes por tus propias fuerzas o “capacidades” hazlo con la ayuda que Dios te ofrece. Sólo pide sabiduría a Dios para abordar la situación. ¡No descuides tu relación con Dios por nada en el mundo! Recuerda: “la oración del justo puede mucho”.

En el caso de que tú y tu cónyuge sean creyentes y que por alguna razón vuestra relación con Dios, tanto individual como de matrimonio se haya deteriorado, reanúdenla. Primero la individual, la de cada uno de ustedes. Estando vuestra relación con Dios reestablecida, verán los problemas de otra perspectiva; de la perspectiva de Dios. Para Dios nada es imposible, si permanecemos en Él.
En ambos casos, busquen prontamente el consejo de Dios en Su Palabra, la oración y consejería espiritual (pastoral). Un grave error nuestro es dejar a Dios para el último. No obstante de ello, Su diestra (brazo) no se ha cortado para socorrernos (Salmo 63).

Dios te ama; eres su hija/o y también ama tu matrimonio. Así como Dios decidió amarte a ti y a tu matrimonio, desea que tú también decidas amar a tu cónyuge tal cual es. No te preocupes tú por cambiar a tu cónyuge, ni a ti mismo/a. Solo Dios puede hacerlo. Para ello debes/en aprender a depender de Él.
No le des/den cabida al diablo. Por el contrario, abran su/sus corazón al Espíritu Santo para que les guíe sabiamente a la reconciliación con Dios y con tu cónyuge.

Reiteramos y como dicho al comienzo, el tema de la dependencia de Dios es aplicable a todas las etapas y situaciones de nuestra vida y no sólo para el matrimonio como lo hemos esbozado aquí.

Bendiciones,
Juan y Erika Paulus

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