¿QUÉ HARÉ PARA HEREDAR LA VIDA ETERNA?

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vida-eterna«…¿QUÉ HARÉ PARA HEREDAR LA VIDA ETERNA?» (Lucas 18:18b)

El joven rico era una persona culta y respetada. Ya había conseguido las tres letras ‘p’ del éxito: poder, prosperidad, y posteridad. Era un hombre directo a
quien le gustaba «ir al grano», así que preguntó a Jesús: «…¿qué haré para heredar la vida eterna?» (Lucas 18:18b). Hasta la forma en que planteó la pregunta indica que él pensaba que podía alcanzar la vida eterna igual que había conseguido todo lo demás en la vida: por su propio esfuerzo. Así que cuando Jesús le respondió: «…vende todo lo que tienes… él. se puso muy triste porque era muy rico» (Lucas 18:22b,23). Seguramente había dado por sentado erróneamente que el Cielo consistía en un solo pago más. ¡Pero no es así!

Pablo dijo: «Lo que era imposible para la Ley… Dios, enviando a su Hijo…» (Romanos 8:3). ¡Solamente un Dios de corazón despiadado vendería la salvación a aquellos que pueden permitírsela! Es un concepto difícil de comprender, puesto que siempre se nos ha recompensado de acuerdo a nuestro desempeño. Pero de la misma forma que no impresionarías a la tripulación de una nave espacial con tu avión de papel ni a Picasso con tus dibujos hechos con lápices de color, de la misma manera tu carácter y buenas obras no te califican para ir al Cielo. La vida eterna cuesta más de lo que puedes ofrecer. Por eso, lo que necesitas no es «un currículum vitae» sino – ¡un Redentor!

El dinero no era el problema de este joven, era la autosuficiencia. No eran sus grandes ingresos, ¡era su gran ego! Y no sólo los ricos tienen dificultad para llegar a entender esto; también la tienen las personas de estudios, los fuertes, los guapos, los populares, y hasta los religiosos.

Para recibir la salvación de Dios, en primer lugar tienes que declarar que espiritualmente hablando te encuentras en bancarrota, que tu armario está vacío, que tu reputación no vale para nada, y que no te queda ninguna opción. No puedes acercarte a Dios exigiendo justicia – sólo puedes acudir implorando clemencia. Así que, ¡ven a Él hoy!

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