La debilidad y la Biblia – Parte 2

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«…ME GLORIARÉ MÁS BIEN EN MIS DEBILIDADES, PARA QUE REPOSE SOBRE MÍ EL PODER DE CRISTO» (2 Corintios 12:9)

Al principio, este versículo parece que no tenga mucho sentido. Lo que queremos es ser liberados de nuestras debilidades, ¡no jactarnos de ellas! Sin embargo, Pablo nos da varias razones en las que posiblemente no hayas pensado:

(1) Tu debilidad evita la arrogancia.

Pablo escribió: «…para que la grandeza… no me exaltara, me fue dado [el don de] un aguijón en mi carne… para que no me enaltezca…» (2 Corintios 12:7). A menudo, encontrarás una gran debilidad unida a una gran destreza, actuando como un regulador para evitar que nos exaltemos o dejemos al Señor de lado. Gedeón escogió a treinta y dos mil hombres para luchar contra los madianitas. Sin embargo, Dios redujo ese número a trescientos, quedándose así una probabilidad de cuatrocientos cincuenta contra uno. ¿Por qué hizo esto? Para que Israel supiese que era el poder del Señor y no el de ellos el que los salvó (ver Jueces 7).

(2) Tu debilidad produce camaradería.

Mientras que la fortaleza puede alimentar un espíritu independiente (‘No necesito a nadie’), nuestra debilidad nos muestra cuánto nos necesitamos mutuamente. Si entrelazamos los hilos débiles de cada una de nuestras vidas, creamos una cuerda de gran resistencia. Vance Havner dijo una vez: «Los cristianos son frágiles como los copos de nieve, pero cuando se mantienen unidos, pueden parar el tráfico»

(3) Tu debilidad crea compasión y ministerio para otros.

De hecho, la gente encuentra sanidad en tus heridas. Normalmente, tu mejor mensaje y ministerio más efectivo emergerán de tus experiencias más difíciles. Las cosas que más vergüenza te dan, las que menos dispuesto estás en compartir con los demás, son los instrumentos más poderosos que el Señor puede utilizar para ayudar a otros.

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