Segunda trampa: Perseguir el placer

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“…EN LOS ÚLTIMOS DÍAS… HABRÁ HOMBRES… AMADORES DE LOS DELEITES MÁS QUE DE DIOS…” (2 Timoteo 3:1,3b,4b)

Cuando tenemos un exceso de algo, éste pierde su capacidad de hacernos feliz. La gente inteligente se aleja de “la mesa del banquete de la vida” con cierta regularidad, de manera que su vida siga siendo algo especial y emocionante. En cambio, los buscadores de placer se sumergen en ella y tratan de exprimir “cada gota de placer” que puedan. Pero no funciona, y aquí tenemos el porqué:

(a) Desde el punto de vista neurológico, eso sobrecarga los centros del placer de nuestro cerebro y agota los neurotransmisores de sentimientos placenteros, que son la serotonina y la dopamina.

(b) Desde el punto de vista psicológico, crea expectativas poco realistas y aburrimiento.

(c) Desde el punto de vista fisiológico, el desenfreno en algo (incluido la comida) crea tolerancia, adicción y problemas de salud. 

Pablo escribió: “…en los últimos días… habrá hombres… amadores de los deleites…” (2 Timoteo 3:1,3b,4b). Y los placeres aparentemente benignos pueden ser los más seductores. Por ejemplo, si cada noche estás tumbado en el sofá mirando la tele y comiendo comida-basura, puede que pienses que no hay ningún peligro. Pero piénsalo otra vez. Más de sesenta mil americanos mueren cada año por tomar drogas ilegales, pero más de seiscientos mil mueren por comer en exceso y a causa de la inactividad física. Esto es un precio demasiado alto por algo que no trae felicidad a largo plazo. La Biblia dice: “…pedís mal, para gastar en vuestros deleites (Santiago 4:3b). El placer duradero debe ser tu recompensa, ¡no tu objetivo!

Pablo dijo: “…los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5:24). ¿Haces eso diariamente? Dios no está en contra del placer, ¡siempre y cuando recordemos que es “el postre” y no “el plato principal”! En realidad, la verdadera satisfacción sólo se encuentra en el centro de la voluntad de Dios.

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