Un espíritu impulsivo según la Biblia. Parte 2

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«…PEDRO… NO SABÍA LO QUE DECÍA…» (Lucas 9:33)

En el monte de la transfiguración «…Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros estar aquí. Hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés y una para Elías. Pero no sabía lo que decía… Y vino una voz desde la nube, que decía: «Éste es mi Hijo amado; a Él oíd.»» (Lucas 9:33-35). Otro espíritu que Jesús identificó en sus discípulos fue el espíritu impulsivo. Fijémonos en las palabras «no sabía lo que decía». Pedro era propenso a decir lo que le venía en mente, lo que le ganó una reprensión de Dios desde el cielo: «Éste es mi Hijo amado; a Él oíd». Hay una lección importante aquí: tu necesidad de parecer muy sabio y de tener todas las respuestas puede meterte en problemas con la gente -y con Dios-.

En términos generales, se puede decir que no se aprende nada mientras se habla. Por lo tanto, aprende a estar callado, observa lo que pasa y escucha lo que Dios te quiere decir. Si no sabes algo, no hables. La gente te respetará si tienes la sabiduría y la humildad de decir: ‘No estoy seguro, pero si me das más tiempo, oraré al respecto, lo consideraré con detenimiento y te diré lo que pienso más tarde’. Los expertos mantienen que la persona media está bombardeada con treinta y cinco mil mensajes diarios: correos electrónicos, mensajes de texto, carteles publicitarios, televisión, Twitter, Facebook, los blogs, etc. ¡Sufrimos de exceso de información! Lo que se necesita no es más información, sino respuestas efectivas. Y Dios tiene esa clase de respuestas. Así pues, habla con Él primero y así tendrás algo que decir digno de ser escuchado. «A todo el mundo le gusta una respuesta apropiada; ¡es hermoso decir lo correcto en el momento oportuno!» (Proverbios 15:23 NTV).

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