El Egocéntrico Y La Biblia

0

No seas egocéntrico la Biblia lo enseña así

«VUESTRA ACTITUD DEBE SER COMO LA DE CRISTO JESÚS» (Filipenses 2:5 CST)

«Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás» (v.4) La madurez espiritual es la capacidad de ver y actuar de tal modo que beneficie a los demás. A los inmaduros les cuesta percibir las cosas desde la perspectiva del otro. Pocas veces se preocupan por lo que es mejor para el prójimo. En muchos aspectos son como niños. En el libro Property Law as Viewed by a Toddler (La Ley de la propiedad vista por un niño pequeño) de Michael V. Hernández, se describe el mundo desde el punto de vista de un niñito:

1) Si me gusta, es mío.

2) Si lo tengo en la mano, es mío.

3) Si te lo puedo quitar, es mío.

4) Si lo tenía hace un rato, es mío.

5) Si es mío, no tiene que parecer nunca que es tuyo.

6) Si estoy haciendo o construyendo algo, las piezas son mías.

7) Si parece mío, es mío.

8) Si yo lo vi primero, es mío.

9) Si lo puedo ver, es mío.

10) Si creo que es mío, es mío.

Por desgracia, no siempre se alcanza la madurez con los años; en muchos casos los años se suman solos, sin traer nada más con ellos. Debes luchar contra esa actitud egoísta innata, lo que puede ser una batalla que dure toda la vida. Pero es sumamente importante, ya que si no la ganas, acabarás ocupándote únicamente de tus propios asuntos y pasando por alto a los demás. A las personas que no te son útiles, no les prestarás tiempo ni atención. La Biblia dice: «Vuestra actitud debe ser como la de Cristo Jesús» (Filipenses 2:5). Todo lo que Él hizo, lo hizo por los demás. En resumen: si te quieres tomar en serio el seguir los pasos de Jesús deja el egocentrismo.

«NADIE BUSQUE SU PROPIO BIEN, SINO EL DEL OTRO» (1 Corintios 10:24)

el-egocentrico-y-la-biblia
Egocentrico Y La Biblia

Muchas veces, los líderes prominentes tienen un gran ego, y eso es un problema. En el libro The Empowered Communicator (El comunicador eficaz), Calvin Miller utiliza el formato de una carta para describir este problema y el efecto negativo que causa: «Querido orador: Tu ego se ha convertido en un muro entre tú y yo. No te importo mucho, ¿verdad? Lo que más te importa es si tu discurso es efectivo… si estás haciendo un buen trabajo o no. Temes que no vaya a aplaudirte, ¿verdad? Te preocupa que no me ría de tus bromas o que no llore con tus anécdotas emotivas. Estás tan obsesionado con mi reacción a tu discurso que no has pensado en mí para nada. Me podrías haber gustado, pero estás tan inmerso en tu amor egocéntrico que el mío de nada te sirve. Si no te presto atención es porque veo que no hago falta aquí.

Cuando te veo en el micrófono, veo a Narciso mirándose al espejo… ¿Tienes la corbata bien puesta? ¿Y el pelo? ¿Tu compostura es impecable? ¿Y tu fraseología perfecta? Parece que tienes todo bajo control; todo menos a la audiencia. Lo ves todo tan claro, menos a nosotros. El hecho de que seas ciego con nosotros ha hecho que seamos sordos contigo. Nos tenemos que ir ya. Lo siento. Llámanos en otro momento. Volveremos a ponernos en contacto cuando seas lo suficientemente genuino como para vernos… después de que se hayan frustrado tus esperanzas… después de que te hayan roto el corazón… después de que tu arrogancia se haya hundido en la desesperación. Entonces, habrá sitio para nosotros en tu mundo. Entonces, ya no te importará si aplaudimos tu genialidad. Porque serás uno de nosotros».

«…[PROCURAD INTERESAROS] EN LOS DEMÁS» (Filipenses 2:4 NTV)

John Craig afirma: «Por mucho trabajo que pueda hacer un hombre, por muy atractiva que sea su personalidad, no irá lejos si no puede comunicarse con los demás». Para ello tienes que percibir el valor de las personas. Esta verdad la comprenden los triunfadores, en el ámbito en que se encuentren. En una reunión internacional de ejecutivos, un hombre de negocios estadounidense preguntó a su homólogo japonés cuál era el idioma más importante en el comercio internacional. El estadounidense pensó que respondería que el inglés, pero el japonés, que tenía un conocimiento más holístico de los negocios, respondió: ‘El idioma de mi cliente’. Ofrecer un buen producto o servicio no es suficiente. Ni tampoco lo es convertirte en un experto, puesto que si conoces tu producto pero no a tus clientes, sólo tendrás al go que vender y a nadie que lo vaya a comprar. Pero además de eso, el valor que le das a la gente debe ser genuino.

Bridget Haymond, conocida formadora profesional, escribió: «Puedes hablar hasta la saciedad, pero los oyentes se dan cuenta instintivamente si te importan de verdad». Si quieres encajar bien, tendrás que dejar tu ego de lado, fijarte en lo que hay a tu alrededor y no dentro de ti y pensar en los demás. Lo bueno es que eres capaz de hacerlo. Cualquiera puede; lo único que hace falta es voluntad para cambiar, determinación para llevarlo a cabo y unas cuantas destrezas que se pueden aprender. La motivación para llevarlo a cabo se encuentra en las palabras del apóstol Pablo: «No [os preocupéis] sólo de [vuestros] propios intereses, sino también [procurad interesaros] en los demás (Filipenses 2:4 NTV) «. Cuando busques ocasiones para invertir en los demás, las encontrarás.

«…¡A NADIE LE IMPORTO!» (Salmos 142:4 TLA)

Aquellos en quienes intentas influir siempre se preguntan: ‘¿Te importo?’ Acuérdate de las mejores experiencias que hayas vivido con gente. ¿Qué tienen en común? Que se preocupaban de ti de corazón, ¿verdad? Y es maravilloso que puedas ampliar esa capacidad de cuidar de otros para abarcar también a los de fuera de tu círculo social. Sea cual sea tu profesión, cuando ayudas a los demás, mejoras tanto tu vida como la de ellos.

Veamos algunas observaciones de algunas personas de éxito procedentes de diversos trasfondos. Negocios: «No puedes hacer que el otro se sienta importante cuando está contigo si en el fondo piensas que es un don nadie» (Les Giblin, mejor vendedor del año en EE.UU. y conocido conferenciante). Política: «Para ganar a un hombre para tu causa, debes convencerle primero de que eres su amigo leal» (Abraham Lincoln, expresidente de los EE.UU.). Ocio: «Algunos cantantes quieren que la audiencia los ame. Yo amo a la audiencia» (Luciano Pavarotti, legendario tenor de la ópera italiana). Ministerio cristiano: «Cuanto más te entregues a algo mayor que tú, más energía tendrás» (Norman Vincent Peale, pastor y escritor).

El salmista escribió: «¡A nadie le importo!» (Salmos 142:4 TLA). Y hay personas con las que tratas a diario que en el fondo también se sienten así. Ya sea que intentes compartirles tu fe, que hagas negocios con ellas, que entables una amistad o que les ayudes en algo en concreto, debes demostrarles que te importan de verdad. Todo eso demanda tiempo, esfuerzo y hasta sacrificio, pero si de verdad te preocupan las relaciones humanas, lo harás. Seguramente alguien lo hizo por ti y eso ha contribuido a moldear a la persona que eres hoy. ¡Ahora hazlo tú por otros!

«NO HAGO SÓLO LO QUE ES MEJOR PARA MÍ; HAGO LO QUE ES MEJOR PARA OTROS…» (1 Corintios 10:33 NTV)

Aquí tienes tres preguntas que la gente se suele hacer cuando les hablas:

1) ‘¿Te importo de verdad?’

El D. Calvin Miller lo expresó así: ‘Cuando escuchamos hablar a alguien, a veces pensamos: «Estoy esperando en solitario encontrar un amigo. Me muero por reír. Soy un suspiro que desea ser consolado. Soy una herida que desea ser sanada. Si quieres ganarte mi atención, tendrás que convencerme de que quieres ser mi amigo»‘.

2) ‘¿Me puedes ayudar de verdad?’

La gente de éxito sabe que los demás se hacen continuamente esa pregunta. Una manera de responderla es concentrarte en los beneficios que tienes para ofrecer. Seamos sinceros, todos los días nos bombardean con información sobre las cara cterísticas de este producto o de aquel aparato, pero llega un momento en que desconectamos.

3) ‘¿Me puedo fiar de ti de verdad?’

William Arthur Ward escribió: «Bienaventurado quien ha aprendido a admirar sin envidiar, a seguir sin imitar, a alabar sin adular y a dirigir sin manipular». Tu carisma y tus capacidades pueden llevarte a lo más alto, pero sólo tu carácter y compromiso te mantendrán ahí. La confianza se gana diciendo la verdad y cumpliendo tus compromisos. La gente se dispone a actuar si tiene motivos personales para hacerlo, no por lo que otros les propongan. Si observamos a esas personas aprenderemos algo que siempre conlleva una mayor recompensa que lo que les podamos decir de nosotros mismos. Ya sea que estén comprando un coche, buscando pareja o escuchando un sermón, en el fondo quieren saber si pueden confiar en la persona con la que tratan. Dime, ¿pueden confiar en ti?

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí