¡Cristiano Mírate Al Espejo!

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Cristiano Mírate Al Espejo

«…OIDOR DE LA PALABRA PERO NO HACEDOR…» (Santiago 1:23)

La Biblia es un espejo que nos muestra lo que realmente somos a los ojos de Dios: «Si alguno es oidor de la Palabra pero no hacedor de ella, ése es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural; él se considera a sí mismo y se va, y pronto olvida cómo era» (Santiago 1:23-24). Aquí, para «hombre» se usa una palabra griega que significa ‘macho’, por lo que estamos hablando del modo en que los hombres suelen usar el espejo. Miran lo justo para comprobar que lo imprescindible está en orden y se van. Pero con las mujeres pasa algo distinto. Ellas tienen tanto interés en su aspecto físico que llevan un espejo en el bolso para poder verse la cara en cualquier momento. El tema aquí no es la diferencia entre hombres y mujeres en cuanto al uso de un espejo, sino la de entre echarte un vistazo rápido o quedarte frente al ‘espejo’ hasta que hayas visto por completo quién eres a los ojos del Señor.

Cuando leemos la Palabra de Dios, el Espíritu Santo nos pone ante un ‘espejo’. Él quiere que nos veamos bien para que podamos hacer los ajustes necesarios. Santiago continuó: ‘…el que mira atentamente en la perfecta Ley (la Palabra de Dios)…, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace’ (cfr. Santiago 1:25). ¿En qué área de tu vida deseas más las bendiciones del Señor? Ocúpate de practicar lo que Dios te aconseja y Él se ocupará en cuanto a sus bendiciones para ti.

“…OIDOR DE LA PALABRA PERO NO HACEDOR…” (Santiago 1:23)

Pablo escribió: “…nosotros todos, mirando… como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados… en su misma imagen” (2 Corintios 3:18). Un espejo no es más que un reflector. Cuanto más tiempo pases en la Presencia de Dios y con su Palabra, más reflejarás a tu Padre celestial.

Ahora bien, este cambio no se produce de un día para otro, por leer un versículo por aquí y otro por allá, ni seleccionando la parte que más te guste de un pasaje. No, se necesita que te metas de lleno en las Escrituras hasta que el Espíritu Santo conecte con tu espíritu y produzca la naturaleza y el carácter de Cristo en ti. Si alguna vez has dejado los platos sucios en el fregadero hasta que se ha resecado la comida, sabrás que han de permanecer en agua caliente y jabón para que, cuando los laves, toda la suciedad desaparezca. Nosotros hemos de “empapar” la mente con la Palabra de Dios hasta que toda la “suciedad” que Santiago llamó “…toda inmundicia y abundancia de malicia…” (Santiago 1:21) se disuelva. No se trata sólo de pecados grotescos sino también de actitudes endurecidas que nos impiden crecer en gracia.

Nuestra nueva naturaleza ha sido “programada” para querer obedecer al Señor, como una calculadora es programada para hacer cálculos. Todo lo que tienes que hacer es introducir en ella la información apropiada para obtener la respuesta correcta. Tu nueva naturaleza ha sido instaurada para ocasionarte la reacción apropiada cuando “la alimentes” con la Palabra de Dios. Es por eso que el enemigo hará todo lo posible para que no pases tiempo leyendo y escudriñando la Palabra del Señor. ¡No se lo permitas!

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