¿Estás Pasando Por Un Desierto? ¡Esto Es Lo Que Necesitas!

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El Desierto En la Biblia

¿Qué Necesitas Cuando Estás En Un Desierto Espiritual

“…LOS LLEVÓ POR EL DESIERTO COMO A UN REBAÑO” (Salmos 78:52)

Charles E. Fuller, uno de los primeros maestros de la Biblia que usó la radio, empezaba su programa radiofónico con la canción cuya letra dice: “Mi Señor sabe el camino en el desierto; sólo tengo que seguirlo”.

Para ir de Egipto a Canaán, Dios condujo a Su pueblo a través del desierto; y espiritualmente hablando, tú también tendrás que pasar por ahí. Puedes tener una experiencia de desierto en cualquier lugar: junto a una tumba, en el ala de cáncer de un hospital, en el juzgado que trata asuntos de divorcio, en la cola de la oficina de empleo, o cuando pierdes tu vivienda. Sin embargo el desierto también puede ser un lugar de milagros. Así que, vamos a considerar algunas cosas que necesitas para sobrevivir en medio de él.

1) Dirección

Sin dirección irás dando vueltas sin sentido. Fíjate cómo dirigió Dios a Israel. “El Señor iba delante de ellos, de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarlos…” (Éxodo 13:21-22).

Dios le dijo a Moisés ‘Cuando se mueva la columna se moverán. Y cuando la columna se pare se detendrán’.

¿Pero qué hacer por la noche cuando todo está oscuro?

No hay velas, ni lámparas de aceite y te arriesgas a tener en la cama un escorpión o a pisar una culebra cuando te levantas. No te preocupes; Dios te protege siempre. El territorio del desierto le es familiar. El salmista dijo:

“Lámpara es a mis pies Tu Palabra y lumbrera a mi camino” (Salmos 119:105).

En cualquier imprevisto, situación y circunstancia que vivas, la Biblia te guiará, te protegerá y te mantendrá a salvo. Así que deja de preocuparte y léela todos los días.

“LOS GUIÓ CON SEGURIDAD, DE MODO QUE NO TUVIERAN TEMOR…” (Salmos 78:53)

Puedes encontrarte en el desierto y aún así estar en el centro de la voluntad de Dios. “Hizo salir a su pueblo como ovejas, y los llevó por el desierto como un rebaño. Los guió con seguridad, de modo que no tuvieran temor…” (Salmos 78:52-53).

En el desierto llegas a conocer a Dios con más profundidad. Entonces, ¿qué necesitó Israel para sobrevivir en el desierto?

2) ¡Alimento!

Alguien calculó que habrían sido necesarios 26 vagones de comida todos los días para alimentar a los israelitas. El problema era que no había ni trenes ni raíles. Pero tenían algo mucho mejor: ¡a Dios! Durante 40 años Él les dio el maná, “alimento perfecto”, a la entrada de sus tiendas. El suministro fue de acuerdo a la necesidad de cada familia y el Señor no se olvidó ni un solo día de proveerlo.

Por lo tanto, si la crisis económica te ha dejado ansioso y preguntándote si Dios puede cuidar de ti, éste es el mensaje de hoy: tal vez el Señor no te dé todo lo que quieras pero te dará todo lo que necesites.

El Dios al que servimos no está limitado. Dijo el salmista: “Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan” (Salmos 37:25).

Un antiguo predicador acertó cuando dijo: “Donde Él me guía yo lo sigo; de lo que Él me da me alimento”. Fíjate: durante 40 años Israel nunca se quedó sin comer. Y su Dios es tu Dios. Así que confía en Él y deja de angustiarte.

“…TE SACÓ AGUA DE LA ROCA DEL PEDERNAL” (Deuteronomio 8:15) ¿Qué más necesitas en el desierto?

3) ¡Agua!

Puedes vivir sin comida alrededor de 40 días, días, pero sin agua morirás mucho antes. Lo mismo sucede en el ámbito espiritual; puedes vivir sin muchas cosas, pero no podrás hacerlo sin Dios.

En el desierto Dios estaba enseñando a Su pueblo verdades que quería que recordaran cuando llegaran a la Tierra Prometida:

“No suceda que comas y te sacies, edifiques buenas casas y las habites, cuando tus vacas y tus ovejas aumenten, la plata y el oro se te multipliquen y todo lo que tengas se acreciente, se ensoberbezca tu corazón y te olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre;

que te hizo caminar por un desierto grande y espantoso, lleno de serpientes venenosas y de escorpiones; que en una tierra de sed y sin agua te sacó agua de la roca del pedernal; que te sustentó con maná en el desierto, comida que tus padres no habían conocido, afligiéndote y probándote, para a la postre hacerte bien” (Deuteronomio 8:12-16).

Fíjate en las palabras “para hacerte bien”. A pesar de lo que estás pasando hoy, Dios tiene grandes bendiciones preparadas para ti. Pero para que puedas manejarlas bien debes aprender humildad, tener un corazón agradecido y nunca olvidarte de que Él es la única fuente de todo lo bueno que tengas en la vida. Luego Dios añadió un P.D.: “Si llegas a olvidar… ciertamente serás destruido” (Deuteronomio 8:19). Eso demuestra la importancia que Dios le da a tu dependencia diaria de Él.

“…NO HUBO EN SUS TRIBUS ENFERMO” (Salmos 105:37)

Destaquemos otra bendición de la que Israel disfrutó en el desierto:

4) Salud divina.

Se podrían haber esperado un sinnúmero de enfermedades en una población de dos millones de personas deambulando por el desierto, sin médicos ni hospitales. No obstante, desde el más joven hasta el más viejo, “los sacó… y no hubo en sus tribus enfermo” (Salmos 105:37).

La razón era que vivían de una dieta provista por el mismo Dios. Sus problemas comenzaron cuando se quejaron y desearon la comida que habían tenido cuando eran esclavos en Egipto. Hay una enseñanza muy importante aquí para los que se alimentan de “comida rápida”, que es la mayor causa de enfermedades cardíacas, del cáncer y de la diabetes.

Imagínate echar dos kilos de azúcar al tanque de combustible del coche y luego quejarse de que no va bien. Ahora bien, si tus problemas de salud son hereditarios o si las circunstancias económicas te obligan a comer alimentos menos saludables, Dios lo entiende y puedes acudir a Él con confianza, creyendo que “la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará…” (Santiago 5:15).

Pero es mejor ser sabio a la hora de pensar en la salud y cuidarla que simplemente tener fe para ser sanado cuando la enfermedad se podía haber evitado. Al entrar los israelitas en la Tierra Prometida, Dios les dijo:

…Serviréis al Señor vuestro Dios, y Él bendecirá tu pan y tus aguas… Yo apartaré de ti toda enfermedad… y alargaré el número de tus días” (Éxodo 23:25-26). Luego les dio leyes alimentarias que los diferenciaban de los habitantes de las naciones colindantes.

Pregunta: ¿Cuántos de nosotros estamos haciendo algo por “alargar el número de nuestros días” y cumplir la tarea encomendada por Dios? Muchos fallamos porque no tenemos una buena disciplina en nuestra alimentación. ¡Reflexiona!

“VUELVE AHORA EN AMISTAD CON DIOS Y TENDRÁS PAZ…” (Job 22:21)

Cuando te encuentras en el desierto, ¿qué necesitas por encima de todo?

5) ¡A Dios!

Por eso el Señor le pidió a Moisés que construyera el Tabernáculo y le dijo que lo iba a usar como una herramienta de aprendizaje para demostrar a Su pueblo que:

1) Quiere encontrarse con nosotros a menudo.

La palabra “tabernáculo” significa “tienda de reunión”. Dios quiere que pases tiempo con Él y que lo conozcas. Al hacerlo, te agobiarás menos y confiarás más. La Biblia dice:

“Vuelve ahora en amistad con Dios y tendrás paz…” (Job 22:21).

Es importante oír enseñanzas de la Palabra, reunirse con otros creyentes y ser animados por sus testimonios. Pero llega un momento en que tienes que dejar la información de segunda mano e “intimar” con Dios. Santiago escribe:

“Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros…” (Santiago: 4:8).

2) Dios quiere ser el centro de nuestras vidas.

Cuando Israel acampaba al anochecer, las doce tribus colocaban sus tiendas alrededor del tabernáculo donde moraba la presencia de Dios.

Cada hombre, mujer y niño podía salir a la puerta de la tienda y ver a Dios en medio de ellos. ¿Puede ser más claro el mensaje? Cuando tus afectos más profundos y tus mayores ambiciones están centrados en Cristo, tu vida irá en ascenso. “Deléitate asimismo en el Señor y Él te concederá las peticiones de tu corazón” (Salmos 37:4).

La fórmula para prosperar en medio del desierto es centrar tu vida en Cristo y sumergirte en Su Palabra.

“…DE TODO HOMBRE QUE LA DÉ VOLUNTARIAMENTE, DE CORAZÓN, RECOGERÉIS MI OFRENDA” (Éxodo 25:2)

6) Ofrenda

El pueblo de Dios ya disponía de todo lo necesario para construir el tabernáculo. Así que Moisés acudió a Dios para pedirle Su plan, y a la gente para los recursos. Y así es como sigue funcionando hasta hoy.

Pastor, no inventes tu propio plan, ni copies el de nadie y luego le pidas al Señor que lo bendiga. Busca el plan de Dios, porque es el único plan que Él va a bendecir. Y no te sientas intimidado por tener que pedirle a la gente que dé. A lo mejor eres reacio a hablar de finanzas porque algunas personas de la iglesia se quejan diciendo ‘De lo único que habla el pastor es de dinero’. Si tienen razón, necesitas rectificar en esa área. Pero por regla general, a los creyentes hay que enseñarles principios bíblicos acerca de ofrendar, a fin de que lo vean como un privilegio y una oportunidad de ser colaboradores de Dios.

En múltiples ocasiones la Biblia habla de “sembrar”. Y cuando se siembra es normal esperar una cosecha. La ley del dar es como la ley de la gravedad: nunca falla.

Dios dijo: “Mientras la tierra permanezca no cesarán la sementera y la siega…” (Génesis 8:22).

Observa cómo funciona: primero siembras la semilla, luego hay un tiempo de espera, y finalmente siegas. El tema del dinero es un tanto escabroso, porque puede causar resistencia y resentimiento en algunos. Pero Dios prometió que cuando siembras generosamente recogerás generosamente (2 Corintios 9:6). Entonces, o Dios dijo la verdad o mintió. Si quieres saber si eso es cierto, debes comprobarlo por ti mismo.

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