La Preocupación Y La Ansiedad

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La Preocupación Y La Ansiedad

«NO OS INQUIETÉIS POR NADA…» (Filipenses 4:6 CST)

Identifica el origen de tus preocupaciones. ¿Creciste en una familia con muchos miedos? ¿Te sentiste inseguro, pensando que no dabas la talla, o nunca escuchaste palabras que te afirmaron o animaron? ¿Haces caso a los fatalistas y a los que sólo hablan de lo mal que está todo y lo peor que se va a poner? ¿De dónde te viene la angustia? ¿Qué alimenta tu preocupación? No podrás ahuyentar tus temores hasta que no los definas. Al llamarlos por su nombre los desnudas; y desnudos parecen tontos y débiles.

En la novela de Yann Martel La vida de Pi, el protagonista Pi se encuentra a la deriva en el mar en un bote tras un naufragio, con un tigre de Bengala de más de doscientos kilos como única compañía. Mientras está en el bote, Pi comienza a analizar sus miedos, tanto del mar como del tigre. Después de haber pasado todo da este consejo: «Tienes que luchar con fuerza para expresar tus miedos. Tienes que hacer grandes esfuerzos para arrojar la luz de las palabras sobre ellos. Porque si no lo haces, y tu temor se convierte en una oscuridad sin nombre que evitas a toda costa, y que hasta incluso logras olvidar, te estarás convirtiendo en el blanco de nuevos ataques de pánico, puesto que nunca fuiste capaz de enfrentarte al oponente que te derrotó».

Entonces, corre la cortina y expón tus temores, todos y cada uno de ellos. Como si fueran vampiros, no podrán aguantar la luz. Ya se trate de preocupaciones financieras, de problemas en las relaciones, de aprensión en el ámbito laboral, de asuntos de seguridad física, nómbralos uno a uno en oración. Sácalos a la luz y ponlos delante de Dios. ¿Cómo se hace? «No os inquietéis por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presentad vuestras peticiones a Dios… Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará vuestros corazones y vuestros pensamientos…» (Filipenses 4:6-7 CST)

«…NO OS PREOCUPÉIS POR VUESTRA VIDA…» (Mateo 6:25 CST)

Jesús dijo: «Dejad de estar continuamente preocupados y angustiados por vuestra vida…» (Mateo 6:25 parafraseado). Ahora bien, no es que el Señor te esté condenando por tener una preocupación genuina acerca de tus responsabilidades; lo que condena es que tengas una mentalidad que le deja a Él fuera, o que acude a Él sólo como último recurso. La ansiedad destructiva borra a Dios del futuro, se enfrenta a la incertidumbre sin fe, calcula cuáles van a ser los retos de hoy y de mañana y se olvida de incluir las promesas de Dios y su fidelidad. Jesús les dijo a sus discípulos: «…No se preocupen por la vida diaria, si tendrán suficiente…» (Mateo 6:25 NTV). Notemos la expresión «tener suficiente». Eso es lo que nos angustia ¿verdad? Miedo a la escasez, la enfermedad, los despidos laborales y los reveses económicos.

Los discípulos sintieron esa clase de preocupación cuando se vieron obligados a alimentar a cinco mil personas. Felipe se echó cuentas rápidamente: «Ni con el salario de ocho meses podríamos comprar suficiente pan para darle un pedazo a cada uno…» (Juan 6:7 NVI). ¿Cómo crees que se sintió Jesús en ese momento? Junto a ellos estaba la solución a sus problemas, pero no acudieron a Él hasta que no se encontraron en un callejón sin salida y sin ninguna solución. En las manos de los apóstoles, cinco panes y dos peces no les parecía nada. Pero en las manos de Jesús fueron más que suficientes para alimentar a las multitudes y resolver el problema. A medida que se multiplicaba el pan, seguro que llegaron a un punto en que dijeron: ‘Señor, ¿por qué dudamos de ti?’ Deja que tus problemas te lleven a los brazos de Jesús. Y cuando llegues, ¡permanece ahí!

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