¿Cómo Escuchar a Dios Según La Biblia?

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¿Cómo Escuchar a Dios Según La Biblia?

“…ÉL NOS GUIARÁ… ” (Salmo 48:14b)

Jesús dijo a sus discípulos: “El Espíritu de verdad (el Espíritu que da la verdad) os guiará a toda la verdad (la plena y completa verdad)” (Juan 16:13). Jesús habló estas palabras a unos hombres que habían pasado los últimos tres años con Él. Ahora bien, pensarías que si Jesús hubiera estado día y noche con nosotros personalmente durante tres años, día y noche, habríamos aprendido todo lo que hubiera falta. Pero Jesús les dijo que esperaran más cosas, porque Él siempre tendrá algo que decirnos en cada nueva situación con la que nos enfrentemos.
Dios quiere hablar contigo individualmente y desea dirigirte paso a paso hacia las cosas buenas que tiene guardadas para ti. Le interesan hasta los más pequeños detalles de tu vida. Nunca dudes en llevar al Señor lo que a ti te parecen que son cosas insignificantes; después de todo/al fin y al cabo, ¡todas ellas son pequeñas para Dios! Él conoce incluso el número de pelos que tienes sobre la cabeza (lee Mateo 10:30) y también le importan los deseos de tu corazón. Quiere revelarte la verdad, ésa que te ayudará a no preocuparte, a no tener miedo y a no sentirte restringido. Su plan de establecer una relación íntima contigo ya existía antes de que nacieras. El salmista dijo: “…en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas…” (Salmos 139:16b). Pablo afirmó que el Señor “…les ha prefijado el orden de los tiempos y los límites de su habitación…” (Hechos 17:26-27). ¿No te parece lógico que, si Dios planifica todos nuestros días y dónde vamos a vivir incluso antes de que nazcamos, es importantísimo que aprendamos a escucharle?

“ESTAD QUIETOS Y CONOCED QUE YO SOY DIOS…” (Salmo 46:10)

Si no estás dispuesto a escuchar al Señor en un área de tu vida, serás incapaz de oírle en otras. La gente piensa que no puede oír a Dios, pero en realidad hay muchas cosas que sabe ya en cuanto a lo que Él quiere que haga y todavía no se han hecho. Cuanto antes hagas/realices lo que el Señor quiere que hagas, más pronto te revelará el siguiente paso que debes/a tomar.
Escuchar/El escuchar a Dios debe desarrollarse por medio de la práctica, especialmente si eres un ‘parlanchín’. Es por eso que Él dice: “Estad quietos y conoced que Yo soy Dios…” (Salmo 46:10). Nuestra naturaleza pecaminosa está llena de energía y siempre quiere estar activa haciendo algo, por lo que el estarnos quietos puede resultarnos muy difícil. No te dediques a hablarle al Señor solamente cuando quieres o necesitas algo; pasa tiempo con Él – ¡escuchando/escuchándole! Él te revelará muchas cosas si sólo te quedas quieto delante de Él. Tal vez digas: “Pero no creo que haya oído a Dios hablándome alguna vez”. ¿Podría ser que no hayas aprendido a escucharle? Cuando le pides algo al Señor, es el momento de ajustar tu “receptor”. Aunque Él no responda al/en ese (preciso) momento, lo hará a su debido tiempo. Cuando Él decida hablarte, tal vez estés haciendo algo rutinario. Pero si le has honrado prestándole atención como parte de tu tiempo personal con Él, te hablará en el momento apropiado/cuando le sea oportuno.
Quizás hayas desperdiciado muchos años yendo a tu aire. Todavía no es demasiado tarde para que tomes una nueva dirección/un nuevo rumbo. Si sinceramente estás dispuesto a obedecer a Dios, Él te guiará en ese apasionante “viaje” en el que aprenderás a escucharle todos los días de tu vida.

“…LA UNCIÓN MISMA OS ENSEÑA TODAS LAS COSAS…” (1 Juan 2:27b)

Debemos tener una actitud que diga: “Señor, no importa lo que todos los demás me comenten, o lo que yo mismo piense, si te oigo con toda claridad decirme algo, voy a honrarte obedeciéndote”. En el caso de que oremos diligentemente, oigamos al Señor hablarnos y después vayamos a preguntarles a todos los demás lo que ellos piensen, estaríamos haciendo más caso a sus opiniones que a la de Dios. Y esta actitud nos impediría que desarrolláramos una relación en la que (podríamos/podamos/) escuchar/escuchemos la voz del Señor regularmente. Lo que hace falta es que confiemos en Dios para que Él nos instruya, sin necesidad del visto bueno de otros: “La unción (el nombramiento sagrado, ungüento) que vosotros recibisteis de Él permanece (continuamente) en vosotros y (por lo tanto) no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera…, permaneced en (vivid en, nunca os separéis de) Él” (cfr. 1 Juan 2:27). Este versículo no nos está diciendo que no necesitamos a nadie para que nos enseñe la Palabra de Dios, pero sí dice que tenemos el Espíritu de Dios dentro de nosotros para guiarnos y dirigirnos en nuestras vidas/siempre. Ocasionalmente podemos pedir consejo a alguien, pero no es preciso que recurramos a otras personas constantemente para preguntarles sobre las decisiones que tenemos que tomar acerca de nuestras vidas.
Si realmente deseamos cultivar la habilidad de escuchar al Señor y de ser guiados por su Espíritu, tenemos que empezar a tomar nuestras propias decisiones y confiar en la sabiduría que Él ha depositado/puesto en nuestros corazones. El diablo quiere hacernos creer que somos incapaces de oír hablar a Dios. ¡No le hagas caso! El Espíritu Santo que reside en tu interior, te dará confianza, consuelo y consejo en tu vida/a cada momento. De manera que, ¡aprende a escucharle!

“…LA VISIÓN… SIN DUDA VENDRÁ, NO TARDARÁ” (Habacuc 2:3)

Cuando el Señor te habla, no siempre es de sabios salir corriendo y contárselo a la gente. De hecho, esto pudiera causarte mucho daño. Cuando Dios te da una palabra acerca de qué rumbo/camino debes tomar, a menudo viene después un periodo de preparación. Cuando Pablo tuvo aquella insólita experiencia en el camino a Damasco, ¿a quién no le hubiera gustado compartirlo con los demás (lee Hechos 9:1-19)? Y sin embargo, aun no era el momento para hacerlo. No “te arranques” hasta que el Señor no te dé “luz verde”. ¿Que por qué? (a) Porque Dios puede necesitar/puede que Dios necesite tiempo para preparar los corazones de aquéllos que Él quiere que conozcas [como fue en el caso de Ananías]; (b) Porque necesitas tiempo para madurar y ser equipado a fin de que la palabra que hayas recibido eche raíces y se haga realidad de la forma que el Señor quiere. Pablo escribió: “…cuando agradó a Dios… revelar su Hijo en mí, para que yo lo predicara entre los gentiles, no me apresuré a consultar con carne y sangre. Tampoco subí a Jerusalén para ver a los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia… Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro… Después fui a las regiones de Siria y de Cilicia…” (Gálatas 1:16-18,21). Pablo tuvo la gran sabiduría de prever que la gente iba a pensar que su llamado era bastante inconcebible, así que, esperó. Dejó que Dios fuera delante de él y que pusiera las circunstancias a su favor. Y mientras esperaba, dio ocasión a que la palabra que había recibido, creciera en su corazón y cambiase su vida. Fue entonces, y sólo entonces, cuando empezó a hacer lo que había sido llamado a hacer. Pablo no intentó convencer a nadie, sino que permitió que el Señor lo hiciera. ¿Y cuál fue el resultado? Pues que “…glorificaban a Dios a causa de mí” (Gálatas 1:24). De manera que, no te adelantes a los planes de Dios para tu vida, y sé sensible a su cronometraje.

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