¿Cómo Estudiar La Biblia?

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¿Cómo estudiar la palabra de Dios?

“APARTA MIS OJOS PARA QUE NO SE FIJEN EN COSAS VANAS; AVÍVAME EN TU CAMINO” (Salmo 119:37)

Aquí tienes algunos principios muy importantes a tener en cuenta cuando estudies la Biblia:

(1) Aprende a hacer preguntas

Cuantas más preguntas hagas, más vas a sacar. “Bombardea” el texto con: ¿Quién? ¿Por qué? ¿Qué? ¿Dónde? ¿Cuándo?. Al hacerlo descubrirás cosas que has pasado por alto o que nunca has llegado a ver. Parecerá como si te hubieran dado un par de ojos nuevos y experimentarás un nuevo entendimiento de las cosas. Cada vez que tomes la Biblia, ora: “Abre mis ojos y miraré las maravillas de tu Ley” (Salmo 119:18).

(2) Escribe lo que hayas descubierto

Realmente no habrás meditado sobre un texto bíblico hasta que hayas plasmado tus pensamientos sobre papel. Dawson Trotman, el fundador de Los Navegantes, solía decir:

“Los pensamientos se desenredan cuando pasan por los labios y por los dedos”. Tu Biblia y tu cuaderno siempre deberían estar juntos. Si realmente valoras las riquezas de la verdad que Dios te da, tomarás notas. De lo contrario las perderás.

(3) Que tu meta sea la aplicación y no solamente la interpretación

D. L. Moody dijo: “La Biblia no nos fue dada para aumentar nuestro conocimiento sino para cambiar nuestras vidas”. Santiago escribió: “Sed hacedores de la Palabra y no tan solamente oidores…” (Santiago 1:22).

Mientras leas, pregúntate a ti mismo: ‘¿Qué actitudes necesito cambiar? ¿Qué tengo que empezar a hacer, o dejar de hacer? ¿Qué debo creer, o dejar de creer? ¿Qué relaciones preciso cultivar? ¿Qué puedo hacer por los demás?’.

No abras la Biblia con la actitud de querer encontrar alguna veracidad que nadie haya descubierto jamás hasta ese momento, o algo con lo que impresionar a otros; descubre lo que ella tiene que decirte a ti.

“APARTA MIS OJOS PARA QUE NO SE FIJEN EN COSAS VANAS; AVÍVAME EN TU CAMINO” (Salmo 119:37)

Cuentan la historia de una mujer cuya única lectura diaria de la Biblia era la que obtenía de una cajita con versículos (¿la has usado alguna vez?). Un día, metió la mano en la caja y sacó éste:

“Judas… salió, y fue y se ahorcó” (Mateo 27:3,5b). Inmediatamente tomó otro, que decía: “…haga lo mismo” (Lucas 3:11b). Frustrada, puso la mano de nuevo y retiró un tercero que decía: “Lo que vas a hacer, hazlo pronto” (Juan 13:27b). El método de “quita y pon” o el de “abrir y cerrar” no producirá los resultados que el Señor quiere para nuestras vidas.

Necesitamos un plan sistemático y constante de estudio. Y no debemos saltarnos ningún pasaje o ninguna sección de la Biblia. El Antiguo Testamento es tan Palabra de Dios como el Nuevo; lástima que muchos de nosotros no lo leamos. ¡Qué vergonzoso sería encontrarnos en el Cielo con Sofonías y que nos preguntara: “¿Te gustó mi libro?”. Recuerda: “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil…” (2 Timoteo 3:16).

Un buen estudiante de la Biblia básicamente sigue los mismos procedimientos que un detective. Lo primero que hace es buscar pistas. No dice nada, no interpreta nada, ni saca conclusiones; todo lo que hace es examinar los detalles.

Primero, se da cuenta de las cosas que normalmente la gente pasa por alto, ya que está entrenado para examinarlas.

Segundo, empieza a hacer preguntas basándose en lo que ha observado.

Tercero, después de un estudio meticuloso y demás pesquisas comienza a ordenar las evidencias y a interpretar lo que tiene.

Cuarto, compara y relaciona cada cosa, juntando todas las evidencias que ha acumulado para ver cómo cada cosa está vinculada con las demás.

Finalmente, saca una conclusión y hace una decisión sobre la base de lo que cree que realmente ocurrió y quién(es) estaba(n) involucrado(s), y después, se pregunta: ‘¿Cómo puedo aplicarlo?’.

“APARTA MIS OJOS PARA QUE NO SE FIJEN EN COSAS VANAS; AVÍVAME EN TU CAMINO” (Salmo 119:37)

Jamás agotarás las riquezas de cualquier pasaje de las Escrituras. El salmista declaró: “A toda perfección he visto fin; amplio sobremanera es tu mandamiento” (Salmo 119:96). Puedes escarbar y escarbar en la Palabra de Dios y nunca llegarás al fondo.

Salomón dijo: “…si la buscas como si fuera plata y la examinas como a un tesoro, entonces entenderás el temor [un gran respeto y sumisión] del Señor y hallarás el conocimiento de Dios…” (Proverbios 2:4-5).

Cuando se trata de las Escrituras, la veta es inagotable y el tesoro, infinito. Por este motivo puedes estudiar el mismo versículo una y otra vez, escudriñándolo, dejándolo durante tres o cuatro meses y cuando vuelvas a él, te das cuenta de que queda todavía mucho más por descubrir.

La clave es ésta: ¡persevera! Recuerda que no hay límite al número de preguntas que puedes hacer, ni a las observaciones, ni a las aplicaciones. Así que, ¡no abandones!

La mejor actitud que puedes tener cuando estudias la Biblia es la que tuvo Jacob cuando luchó con el ángel del Señor. Le agarró con fuerza y le dijo: “No te dejaré si no me bendices” (Génesis 32:26b). ¿Y cuál fue el resultado? Su vida cambió; ¡y la tuya cambiará también!

El estudio de la Biblia no tiene atajos; es un trabajo duro. Pero si eres diligente y paciente, obtendrás grandes recompensas.

Una vez que hayas experimentado el gozo y la satisfacción que provienen del haber descubierto por ti mismo una gran verdad espiritual, aplicándola después a tu vida, nunca te arrimarás a tu Biblia de la misma manera.

“APARTA MIS OJOS PARA QUE NO SE FIJEN EN COSAS VANAS; AVÍVAME EN TU CAMINO” (Salmo 119:37)

Entiende esto con claridad:

(1) No te servirá de mucho si estudias la Biblia y no la pones en práctica:

“El conocimiento envanece…” (1 Corintios 8:1b). La palabra griega ‘envanecer’ encierra la idea de estar inflado como un globo de aire caliente. ¡Ay-ay-ay!

Satanás conocía las Escrituras tan bien que pudo citarlas a Jesús durante la tentación en el desierto (lee Mateo 4:1-11). ¿Y cuál es la principal característica de Satanás?

El orgullo, y por este mismo motivo fue expulsado del Cielo. El estudio de las Escrituras debería mantenerte humilde, dependiente de Dios, y darte un enfoque correcto de la vida.

(2) Hay un peligro en estudiar la Biblia y no aplicarla, porque el conocimiento requiere acción.

El Señor no nos da sugerencias. No dice: “Por favor, ¿serías tan amable de hacer esto o aquello?”. Jesús dice: “A cualquiera, pues, que me oye estas palabras y las pone en práctica, lo compararé a un hombre prudente que edificó su casa sobre la roca” (Mateo 7:24). Cuando llegaron las tormentas de la vida, la del hombre sabio permaneció inconmovible, mientras que la del necio, el que no practicó lo que sabía, se vino abajo.

(3) No es aconsejable estudiar la Biblia sin aplicarla, porque el conocimiento origina responsabilidad.

Si te tomas en serio estudiarla, se te exigirá más que a una persona cualquiera. Un mayor conocimiento implica una mayor responsabilidad. “El que sabe hacer lo bueno y no lo hace, comete pecado” (Santiago 4:17).

De manera que, si no piensas poner en práctica las lecciones que aprendes de la Biblia, estarías mejor si no la estudiaras. Lo único que vas a conseguir es acumular más juicios sobre ti mismo.

John Milton dijo: “El fin de todo estudio es conocer a Dios y como resultado de ese conocimiento, amarlo e imitarlo”. ¡Esto lo dice todo!

“APARTA MIS OJOS PARA QUE NO SE FIJEN EN COSAS VANAS; AVÍVAME EN TU CAMINO” (Salmo 119:37)

Pensarías que poner en práctica lo que dice la Biblia sería bastante sencillo, pero en realidad es la parte más difícil después de estudiarla. ¿Por qué? Porque:

(1) Requiere pensar de una manera muy rigurosa

Algunas veces hace falta un rato largo de meditación (que significa: pensar en un actitud de oración) antes de que veamos la forma de Dios que necesitamos para aplicar la verdad que hemos estudiado. A menudo esto significa profundizar más abajo de la superficie de una historia aparentemente fuera de tiempo, hasta llegar a sacar un principio muy actualizado por el cual se supone que viviremos. Eso lleva tiempo y concentración, dos cosas que las personas con prisa no están muy dispuestas a dedicárselo.

(2) Satanás se opone a ello

Muchas veces, los ataques más fuertes del diablo vienen durante tu tiempo íntimo con el Señor, cuando tratas de buscar la aplicación a lo que has estudiado. Mientras estés satisfecho con un conocimiento meramente mental, no presentarás amenaza alguna a sus planes. Pero tan pronto te pongas serio acerca de querer cambiar, Satanás se opondrá encarnizadamente, pues él odia a los hacedores de la Palabra. No le importa que estudies la Biblia, con tal de que nunca te detengas para preguntarte: ‘Pues bien, ¿y qué es lo que voy a hacer con lo que he aprendido?’.

(3) Por naturaleza somos reacios a los cambios

No nos apetece cambiar, lo cual es lo que una verdadera aplicación requiere. Vivimos controlados por las emociones en vez de por la determinación. Decimos cosas como: “No me apetece estudiar la Biblia, u orar, o compartir mi testimonio”.

Los sentimientos no tienen nada que ver con vivir la vida diaria de un discípulo de Jesús. ¿Por qué razón? Porque van y vienen.

La clave para obtener la madurez espiritual consiste en vivir para Jesús y no porque nos sentimos bien, sino porque (a) es la cosa más correcta para hacer; (b) Dios lo espera de nosotros; (c) es la única forma de crecer hacia la madurez en Él y (d) es la base perdurable para que tengas estabilidad como discípulo suyo.

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