La Fe En La Biblia – ¿Qué Es La Fe?

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La Fe En La Biblia

“SI DIOS ES POR NOSOTROS, ¿QUIÉN CONTRA NOSOTROS?” (Romanos 8:31b)

La fe es como un músculo: aunque la opresión cause tensión, al final se hace más fuerte. El salmista David entendió este principio; era continuamente acosado por sus enemigos. Incluso cuando había sido ungido para ascender al trono, todavía lo ocupaba el viejo rey Saúl. Pero en vez de perder la fe en la promesa de Dios, David entendió que “…el Señor ha escogido al piadoso para sí…” (Salmos 4:3), por lo que declaró: “En paz me acostaré…, porque… Tú, Señor, me haces vivir confiado” (Salmo 4:8). Cuando los Filisteos le capturaron, oró: “En el día que temo, yo en Ti confío” (Salmo 56:3). Y cuando acabó en una cueva escondiéndose de la ira llena de envidia de Saúl, dijo: “…en la sombra de tus alas me ampararé hasta que pasen los quebrantos” (Salmo 57:1b).
Cuando Félix de Nola huía de sus enemigos en el tercer siglo, se escondió en una cueva. Al poco rato, una araña comenzó a tejer una tela en la estrecha entrada de la gruta, sellándola y haciendo parecer como si nadie hubiera estado allí durante mucho tiempo. A consecuencia de esto, sus perseguidores pasaron de largo y no se molestaron mirar allí. Más tarde, y al salir a la luz del sol, Félix afirmó: “Donde Dios está, una tela de araña es como un muro, y donde Él no está, un muro no es más que una tela de araña”. Jesús dijo que tendrás problemas en el mundo (lee Juan 16:33); la gente te decepcionará y te decepcionarás a ti mismo. Algunas veces acabarás en una “cueva” por algo que hiciste y otras veces debido a las circunstancias sobre las cuáles no tienes control alguno. Pero el Señor está contigo en ambos casos, y como dijo Pablo: “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8:31b).

“JOB…, POSTRADO EN TIERRA, ADORÓ…” (Job 1:20)

Para crecer espiritualmente, el Señor nos ofrece cada día oportunidades camufladas como problemas. En ninguna situación está eso mejor demostrado que en la vida del patriarca Job. Después de perder sus hijos, sus criados, su ganado y su salud, la Biblia dice que “Job…, postrado en tierra, adoró…” (Job 1:20). Ésta no es la reacción humana más común ante una tragedia tan enorme, ¿verdad? Job no respondió de ese modo porque sabía todo lo que le estaba pasando. No, se levantó y lo hizo a pesar de las circunstancias. Él pudo reaccionar de esa manera debido a que: (a) miró hacia arriba. En medio de sus problemas, Job vio a Dios que prometió dirigirnos en cada paso que tomamos. Y más importante todavía, él confió en el corazón amoroso del Señor y reconoció el derecho soberano de Él para tomar decisiones con respecto a todas las cosas; (b) miró hacia delante. Se recordó a sí mismo de que en el “análisis” final, Dios arreglará todo para nosotros; (c) miró en su interior. Sabía que el Señor le estaba enseñando algo muy importante a través de esta experiencia: “…si me prueba, saldré como el oro” (Job 23:10b). Como el barro en las manos de un alfarero (lee Isaías 64:8), Job decidió confiar en Dios.
Esa forma de pensar no fue más fácil para él de lo que lo es para ti. Nuestra naturaleza humana siempre quiere agarrarse a lo conocido y volver a la seguridad del pasado, aunque sepamos que no es ahí donde el Señor quiere que estemos. Los miedos, las sorpresas y las adversidades que se encuentran “a la vuelta de la esquina” hacen que queramos cortar y huir. Pero si lo haces, limitarás el designio de Dios para tu vida. Así que, ¿qué debes hacer? Quédate quieto; verás la salvación del Señor (cfr. 2 Crónicas 20:17) porque la confianza siempre lleva a la liberación.

“…DIOS…, EN QUIEN TENEMOS SEGURIDAD Y ACCESO CON CONFIANZA…” (Efesios 3:10b,12)

Si vives por fe, Dios te va a probar, como lo hizo con Elías. El profeta estaba sentado solo al lado de un arroyo seco cuando el Señor le envió a recorrer una distancia de unos ciento sesenta kilómetros a través del desierto hasta la ciudad de Sarepta (lee 1 Reyes 17:1-16). En aquellos momentos, Elías era un proscrito, por lo que abandonar su escondite significaba realmente confiar en Dios para su seguridad. Después, el Señor le dijo que cuando llegara allí, una viuda pobre sería la encargada de sustentarle, una perspectiva humillante para un hombre que estaba acostumbrado a cuidar de otros. Elías la encontró preparando su última comida, debido a la hambruna que asolaba la zona, y las circunstancias se presentaban bastante nefastas; sin embargo, él la desafió a que obedeciera a Dios y la prometió: “La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que el Señor haga llover…” (1 Reyes 17:14). ¿Qué fue lo que le dio a Elías tanta fe para decir eso? Porque él mismo había comprobado la fidelidad de Dios a lo largo de su vida. Y es que puedes hablar así cuando actúas así…
Codearse con gente que confía en el Señor es contagioso y fortalece tu fe. Y esta mujer no era una excepción. Tal vez, ella y su hijo no tuvieron banquetes todas las noches, pero Dios se cercioró de que no les faltara de nada durante la escasez. Por lo tanto, si ahora mismo no tienes todo lo que necesitas, honra al Señor con lo que tienes y confía en que Él te dará más a su debido tiempo. Pablo dijo: “…Dios…, en Quien tenemos seguridad y acceso con confianza…” (Efesios 3:12). Si el Señor te está guiando a tu Sarepta personal o a cualquier otro sitio que no llegas a comprender en este momento, no argumentes con Él. Ve, porque sus promesas están vinculadas a tu obediencia.

“…LA FE… POR ELLA ALCANZARON BUEN TESTIMONIO LOS ANTIGUOS” (Hebreos 11:1,2)

Cuando la Biblia dice: “Los hombres de Dios que vivieron en tiempos antiguos destacaron por su fe” (Hebreos 11:2 – Versión Castilian), quizás pienses que nunca estarás capacitado para participar en ese “desfile”. Te sorprenderás; fíjate en la lista de las personas que Dios escogió y que se mencionan en ese capítulo:

Noé era un granjero convertido en armador que se hizo famoso porque el barco que construyó sobrevivió al diluvio universal. Lo que a veces olvidamos es que después de eso, se emborrachó y a causa de su embriaguez, maldijo a su nieto (Canaán) (lee Génesis 9:18-25). Abraham, aunque profeta (lee capítulo 20:7), también era un hombre de negocios con un fallo en su carácter, porque dijo “media mentira” y puso en peligro la seguridad de su esposa para “salvar el cuello” (lee versículos 1-14). Sara, un ama de casa, se rió cuando Dios le dijo que iba a tener un hijo a los noventa años (y a lo mejor, ¡tú habrías hecho lo mismo!, ¿verdad?) (lee capítulo 18:12). También está Rahab, la prostituta (lee Josué 2:1; Mateo 1:1,5): ¿Cómo es posible que alguien con esa manera de vivir pudo convertirse en una mujer de fe? Eso tendrás que preguntárselo al Señor, porque Él la incluyó en su lista. ¿Y qué me dices de Jacob, el “experto en estafas”?; ¿te hubiera gustado hacer negocios con él? Y como no, también estaba David, cuyo apetito sexual le llevó al homicidio… ¿Y qué te parece Gedeón y Samuel, dos líderes espirituales cuyos hijos se descarrilaron?

La moraleja es que todos estos “gigantes en la fe” eran tan humanos como lo somos tú y yo. De hecho, algunos de ellos nos harían parecer unos santos a su lado. Sí, en ese capítulo no vas a encontrar ningún “cristal perfecto para construir la vidriera”. Ellos vacilaron, anduvieron a tientas y pasaron momentos muy difíciles. Su única distinción fue que creyeron a Dios, y Él les honró por su fe.

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