Matrimonios Cristianos: Manteniendo Las “Líneas” Abiertas

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Manteniendo las “líneas” abiertas en el Matrimonio

“EL AMOR… TODO LO ESPERA…” (1 Corintios 13:4,7b)

Una mujer bromeaba hablando con su consejero diciendo: “Hace veinte años nos casamos para bien o para mal. Y mirando hacia atrás, él no hubiera podido salir mejor, y yo peor”. Ahora en serio, cualquier buen consejero te diría que el matrimonio es un proceso de ajuste a cosas que son imposibles prever. Y una buena comunicación es crucial. Es muy importante:

(1) Hablarte a ti mismo antes de hablar con tu cónyuge.

Antes de sacar el “lanzallamas”, pregúntate a ti mismo si el miedo, el estrés o la preocupación es el causante de la reacción de tu pareja. ¿De veras ha tratado de herirte deliberadamente? ¿Te molesta más que antes porque te sientes inseguro/a o despreciado/a? ¿No podría ser que estés malinterpretando o exagerando el problema? Si identificas tus sentimientos, eso te ayudará a comunicarte con más calma y con más claridad;

(2) Reajusta tus expectativas.

Tenemos el derecho a esperar que nuestro/a esposo/a nos ame, nos respete y nos sea fiel. Pero algunas otras expectativas son irreales, por ejemplo: esperar que él/ella haga ciertas cosas que tú nunca hiciste. Pablo dijo: “el amor… todo lo espera…” (1 Corintios 13:4,7b);

(3) Sé honesto referente a cuestiones de confianza.

Es mejor ser sincero que dejar que las cosas se acumulen. No es malo admitir que algunos días estás más apurado/a que otros. Por ejemplo, el Dr. Gary Oliver dijo: “Si una mujer está preocupada cada vez que su marido llega tarde a casa por temer que haya tenido una aventura amorosa, está bien decir: ‘Sé que es absurdo, pero es que estoy pasando un mal día’”. Esta clase de honestidad fortalecerá la relación.

“EL AMOR… TODO LO ESPERA…” (1 Corintios 13:4,7b)

Los últimos novios que “vivieron felices y comieron perdices” deben haber sido Blancanieves y su Príncipe. Chuck Swindoll escribió: “Aunque estés realmente comprometido con tu cónyuge, habrá momentos de tensión, lágrimas, miedos, peleas, desacuerdos e impaciencia, pero la buena noticia es: con Cristo viviendo en ti y la Biblia como tu consejera, ningún conflicto quedará sin tener solución”. Los matrimonios enfrentan desafíos únicos que a veces implican revisar lo que no funciona para poder descubrir lo que sí funciona. Aquí tienes tres consejos para la construcción de un buen matrimonio:

(1) Nunca recurras a las amenazas.

La palabra ‘divorcio’ puede surgir inesperadamente; no la uses. De hecho, ¡ni la pienses! Las amenazas sólo consiguen que tu pareja se sienta insegura y se ponga a la defensiva. Como resultado, no te puede prestar atención y, al final, no se resuelve nada. Jesús dijo: “…de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta…” (Mateo 12:36). Así que antes de que “te vayas de la lengua”, considera las consecuencias. Tómate un tiempo para calmarte y para pensar con cordura;

(2) Abandona la carga de contactos anteriores.

Pablo dijo: “El amor… todo lo cree, todo lo espera…” (1 Corintios 13:4,7b). No está bien “poner a prueba” a tu esposo/a una y otra vez; deja los “muertos enterrados”. No asumas que los problemas que tenías en otras relaciones van a repetirse, porque no lo harán si eres comunicativo y estás madurando;

(3) Usa tus palabras de manera suave y dulce, porque quizás tengas que “comértelas”.

Cada vez que pienses algo agradable de tu cónyuge, díselo. Y si es recíproco, acéptalo con agrado. Recuerda, las palabras mordaces ocasionan heridas que ni el mejor médico del mundo puede curar, pero la “…respuesta suave aplaca la ira…” (Proverbios 15:1).

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