Permaneced En Mi Amor (Juan 15:9) Como El Padre Me Ha Amado

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Permaneced En Mi Amor (Juan 15:9) Como El Padre Me Ha Amado

(Juan 15:9) PERMANECED EN MI AMOR

Si nuestra necesidad de una relación con Dios es tan profunda y constante, ¿por qué no la buscamos con más ahínco? Una de las razones es que estamos convencidos de que Él recuerda todo lo malo que hemos cometido y que nos va a juzgar en base a nuestro comportamiento actual. Pero no es así. Piensa en las cualidades de un excelente amigo: te acepta como eres, saca tiempo para ti, y te sientes bien en su presencia. Lo que aprecias en tu mejor amigo es precisamente lo que Dios te está ofreciendo hoy. Quiere morar (permanecer) contigo más de lo que tú quieres permanecer en Él. «Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor» (Juan 15:9). Si de verdad viviéramos en su amor, saldríamos de su presencia sintiéndonos tan amados que nos apresuraríamos a encontrarnos con Él todos los días.

El término original griego de este versículo significaba «morar» o «sentirse como en casa» en el amor de Dios; estar convencido de que eres aceptado como miembro de su familia, con buena reputación; estar en paz ahí; ser alimentado y nutrido por su presencia; sentirte protegido sabiendo que ése es el lugar más seguro del mundo. Tiene que ver con la relación personal más importante de tu vida. Morar en el Señor es buscarlo, anhelarlo, tener sed de Él, esperar en Él, contemplarlo, amarlo, escucharlo y responderle. Morar hace que Él sea más el centro de tus actividades, pensamientos y deseos. Muy a menudo, con las prisas por hacer cosas para Dios, descuidamos disfrutar sin más de su compañía. La realidad es que fuimos creados para sentirnos incompletos con cualquier otra cosa que no sea su presencia. Por eso escribió David: «Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, Dios, el alma mía» (Salmo 42:1).

PERMANECED EN MI AMOR (Juan 15:9)

Para morar en el amor de Dios:

1) Dale la primera parte del día.

Escribe el salmista: «¡De madrugada te buscaré!…» (Salmo 63:1). Si no aprendes a darle a Dios la primera parte del día, no es muy probable que alcances una relación más estrecha con Él. Tienes que separar un tiempo y un lugar específicos cada mañana donde puedas leer y escribir cómodamente, pensar, estudiar, hablar con Dios en voz alta y si lo necesitas, llorar.

Permaneced En Mi Amor (Juan 15:9) Como El Padre Me Ha Amado

2) Saborea cada Palabra recibida.

Acéptala como si fuera el mejor manjar, como un tesoro o una carta de amor. Recuerda que lees la Palabra con el fin de encontrarte con alguien; el objetivo no es adquirir información, sino llegar a una intimidad. Haz pausas para meditar en lo que lees, deja que penetre hasta lo más profundo de tu ser y espera que Dios se relacione contigo; ¡seguro que lo hará!

3) Habla y escucha; Dios es una persona, no una fuerza invisible.

Tratamos a Dios como si fuera una fuerza mística en el espacio. No, Él quiere que le hables de la misma forma que harías con un amigo; quiere oír tus peticiones, tus preocupaciones y tu agradecimiento. Vamos, arriésgate a ser sincero con Él, y a cambio recibirás su guía y su entendimiento. Pasa tiempo en quietud delante de Él; permanece así hasta que «conectes» con Él.

4) Escribe tus pensamientos e impresiones; no un diario de las cosas del día, ni un escrito con pretensiones literarias, sino una constancia de tu caminar personal con Dios.

Comparte con Él tus decepciones, pídele visión, registra tus peticiones y la guía de Dios en sus respuestas. Todas estas acciones se llaman «disciplinas» porque demandan un esfuerzo pero la recompensa merece la pena.

PERMANECED EN MI AMOR (Juan 15:9)

Si «morar» es la clave para «abundar», ¿por qué no lo hacemos? Porque:

1) Pensamos que tiene que ver con nuestros sentimientos.

Pero morar es una relación, no una sensación. Tal vez saber esto te alivie, sobre todo si piensas que debes tener una experiencia emocional cada vez que pasas tiempo con Dios. No siempre ocurre, ni tiene por qué ocurrir. Así es en el matrimonio, y lo entendemos. El morar o permanecer es un acto de fe e indica que valoras la presencia de Dios en tu vida más que tus sensaciones temporales. Si piensas que siempre debes sentir algo fuerte para comprobar que has estado con Dios, te desilusionarás y concluirás: «Esto no es para mí». ¡Pero sí es para ti!

2) Pensamos que podemos permanecer en Cristo sin obedecerlo.

Jesús dijo: «Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor» (Juan 15:10).

La desobediencia crea una ruptura en tu comunión con Cristo. Puedes disfrutar de un servicio de domingo muy emotivo, pero si tu estilo de vida durante la semana es pecaminoso, no vas a conseguir permanecer. Una de las imágenes más vívidas de vida abundante se encuentra en la Biblia, cuando los doce espías del pueblo de Israel fueron a la Tierra Prometida y trajeron un racimo de uvas de aquel lugar. Las uvas, de donde se saca el vino, eran símbolos de abundancia. «Llegaron hasta el arroyo Escol y allí cortaron un sarmiento con un racimo de uvas, el cual llevaron entre dos en un palo» (Números 13:23). Fíjate, se necesitaron dos personas para llevar un solo racimo, ¡impresionante! ¿Has visto alguna vez semejante abundancia? Guarda esa imagen en tu mente. Recuerda que esa clase de bendición es posible para los que oyen la Palabra de Dios ¡y actúan en consecuencia!

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