Salmo 23:3 POR AMOR DE SU NOMBRE
No sé si te habrás preguntado alguna vez:
¿Cómo puede Dios usar a alguien como yo?
La respuesta es ¡por amor de su nombre! Sólo cuenta un nombre ¡y no es el nuestro! Dios odia la soberbia con la misma intensidad con la que ama la humildad.
Su palabra dice: Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes. (Santiago 4:6).
Aquí damos algunas pautas para permanecer en humildad:
Primero, valórate lo justo. No seas como el castor que le dijo al conejo, mientras ambos contemplaban el inmenso muro de la presa del Hoover Dam: No, no lo construí yo. Pero se inspiraron en una idea mía.
La Biblia dice:
Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación (Romanos 3:3 NVI).
Segundo, aprende a reconocer a los demás. Pablo escribe:
Nada hagáis por vanidad; antes bien, con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo (Filipenses 2:3).
Todo gol que se marca en la vida es casi siempre una labor de equipo. Como el niño que llegó a casa después de presentarse a unas pruebas para aparecer en la obra de teatro del colegio y anunció todo contento: Mamá, me han escogido. Mi papel es estar en la audiencia y animar. Cuando puedas decir de verdad eso, entonces no andas envanecido.
Tercero, no cantes victoria antes de tiempo. Como dice la Biblia:
Que no se alabe tanto el que se ciñe las armas, como el que las desciñe (1 Reyes 20:11).
Cuando uno de los alumnos de Carlos Spurgeon se subió a predicar muy engreído, pero bajó del púlpito cabizbajo por haberlo hecho muy mal, se cuenta que Spurgeon le dijo: «Si hubieras subido como bajaste, habrías bajado como subiste».
Dios bendice nuestros esfuerzos cuando los hacemos «por amor de su nombre».
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