¿Escatimar? ¡Lo más dificil!


No tener una comprensión adecuada de la obra eterna y maravillosa que Dios ha hecho en la vida de los santos, trae como triste consecuencia dejar de disfrutar lo que Dios tiene para dar. No podemos amar y servir a un Dios que no conocemos, el pastor Arthur Pink dice en el prologo de su libro sobre los atributos de Dios: «El fundamento de todo conocimiento verdadero de Dios ha de ser la clara comprensión mental de sus perfecciones, tal como se revelan en la Sagrada Escritura. No se puede servir ni adorar a un Dios desconocido, ni depositar nuestra confianza en ÉL»

Estas palabras son tan ciertas que estamos en frente de una generación de cristianos que no conocen a Dios, y poco pueden amarle, porque poco le conocen. Un verdadero creyente ama a Dios y tiene sed de conocerle cada día más, ¿Deseamos a Dios verdaderamente?, ¿Anhelamos conocerle?, Esta es una señal de ser de su Pueblo.

Por esta razón deseo escribir sobre ese maravilloso Dios y su eterna y grandísima misericordia que tiene por su iglesia. Y en esta oportunidad deseo brevemente compartir sobre aquel que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros. El pastor Jhon Piper en una de sus obras, «Future Grace» narra que un pastor amigo, que en una oportunidad fue a predicar el Evangelio en una carcel de los EEUU, preguntó en su alocución a los reos: «¿Quién mató al SEÑOR Jesucristo?, unos respondían, «Los judíos», otros decían «Nosotros», otros decían «Pilato» y así hubo varias respuestas en aquel lugar.

Los reos miraban al predicador, porque ya habían hablado, y ahora este respondió de una manera inesperada: «…No, quién mató al SEÑOR Jesucristo, fue su Padre…» Hubo luego un silencio en aquel sitio… El resto no lo voy a contar, quiero quedarme solo con esta parte, porque me introduce al tema que deseo compartirles, y es que esta respuesta del predicador da en el punto, un punto muy sensible y demuestra una tremenda verdad que necesitamos comprar.

Romanos 8:32 dice: «El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?» Este pasaje viene de un proceso de argumentación paulína donde se establece un fundamento sólido referente a la elección eterna de los escogidos, entendiendo que Dios tiene un plan y lo llevará a cabo, desde el conocer intimo decretivo de la elección, hasta la afirmación de la glorificación escrita en tiempo presente, dando por sentado que siendo un plan eterno este se cumplirá:

«…Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó…» 8: 28 – 30.

A esos que Dios conoció de antemano, (Conocimiento decretivo de Dios, elección soberana y libre hecha desde la eternidad sin ninguna condición que Dios previera en el futuro sino por pura gracia), que predestinó, que llamó y justificó, también los glorificó. Esto último no ha ocurrido aún, por lo cual concluimos que se refiere a un hecho deretado que sucederá ineludiblemente y que nos da seguridad en la gracia salvífica de Dios. ¡Oh que bella promesa!, ¡Todos sus hijos, aunque aún esperamos la consumación del Reino, tenemos la certeza de que ya hemos sido de alguna forma decretiva glorificados!

Teniendo esto como base, luego Pablo entra en la lógica de mayor o menor, como dice el reformador francés Juan Calvino, o como describe en su libro Jhon Piper. ¿En qué consiste esta lógica? Dios está con nosotros, ¿Quién contra nosotros?, No hay duda de que los cristianos romanos estaban padeciendo una fiera persecución. Cada generacion de creyentes ha padecido de alguna u otra manera la persecución, y muchas aflicciones y tristezas.

Este pasaje nos llena de gozo, de consuelo porque entendemos que hemos sido de Dios escogidos por pura gracia, y en base a esa elección soberana de Dios, y la seguridad de que aquel que comenzó en nosotros la buena obra, no solo la perfeccionará, sino que nos llevará con el hasta el final, al gozo y gloria eternal.

Acá vemos la lógica celestial: «…El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?…» Este texto nos enseña varias cosas de gran valor. Lo primero es que:

1.- Dios Padre no escatimó a su propio Hijo: Hace poco escuché a un predicador, creo que el pastor Miguel Núñez de la IBI, usando una ilustración de otro pastor donde este decía más o menos algo así: «…Yo tengo un nieto, y ese nieto es mi adoración; si yo tengo que entregar a mi nieto para que tu vayas al cielo, tu te vas al infierno…» Hablando de esto, quería ilustrar nuestro amor imperfecto, y como no somos capaces al menos el 99.9 % de los hombres, de entregar a un hijo o nieto para que muera en lugar de un violador, un homicida, un mentiroso, o un moralista.

Yo tengo un hijo, y viene otro en camino, los amo, los amo y son mi adoración, «En el buén sentido de la palabra», jamás podría entregarlos para morir en una una muerte cruenta para salvar a un impío. La sola idea hace que mis ojos se humedezcan. Pero, Dios no escatimó a Su propio Hijo. ¿Qué significa escatimar?

Escatimar significa: «…Dar la menor cantidad posible de lo que se especifica…» Dios no se negó a dar lo menor de si mismo, lo más insignificante, lo menos importante, y es que debo aclarar que en Dios nada es pequeño o insignificante, y sin embargo hay algo más glorioso que solo está en su misma gloria y Deidad.

Los hombres en su mayoría, pecadores de nacimiento, al demandarseles dar de aquello que tienen, procuran dar lo menos posible de lo que llevan. Si les piden comida, dan lo que les sobra, o lo que no les gusta. Si les piden dinero, retienen. Si se les pide un favor, o alguna ayuda, no se esfuerzan por dar lo mejor de si, sino el mínimo esfuerzo.

Esta es la verdad. Todos nosotros sabemos que es escatimar. Un ejemplo de una mujer que no escatimó, fue aquella mujer pobre que dió todo lo que tenía, más no lo que le sobraba. Esto es hermoso. Pero, la mayoría no lo hace.

Dios, no escatimó a su propio Hijo. Esto quebranta mi corazón. El pudo haber enviado a un ángel, o a un ser inferior, pero el mismo Dios Padre, desde la eternidad pasada (Según nuestra comprensión) preparó junto al Dios Hijo, en perfecta y deleitosa comunión un plan redentor para salvar a pecadores que aún no existían.

El Padre entregó a Aquel Hijo con el cual se delitaba en compañia perfecta, juntos eternamente existentes, sin principio ni fin, el Padre tendría que separarse del Hijo voluntariamente, entregandolo, y el Hijo poniendo el mismo Su vida en acuerdo con el Padre en un Pacto de gracia para darle vida a pecadores como nosotros, no puedo soportar ni entender tanto amor. ¡Bendito sea Su Nombre! ¡El dió lo más precioso que tenía por seres humanos sucios y depravados delincuentes, inmorales y moralistas, adulteros y fornicarios, hechiceros y homicidas, como muchos de nosotros fuimos en el pasado! ¿Quién sino Dios? ¡No escatimó a su propio Hijo!

2.- El Dios Padre lo entregó por todos nosotros: Por nosotros lo hizo. Esta palabra «Lo entregó» debe ser entendida de la siguiente manera: «…lo entregó a la muerte…» ¡Oh hermanos! El Padre dió al Hijo para morir por los injustos!, Su amado Hijo JESÚS tomaría nuestro lugar. Pablo no estaba hablando a hombres y mujeres que perseveran en pecar impenitentes, despreciadores de la gracia.

Dios habla a las ovejas de su rebaño, sus hijos, aquella iglesia preciosa, el Pueblo escogido por el cual JESÚS vino al mundo (Mateo 1:21). Fué entregado a morir, la ira de Dios estuvo sobre él, no fueron los clavos de los romanos, o la conspiración judía. Fue el Padre entregando al Hijo para morir por nosotros, ¡Mirad cuan grande amor a tenido el Padre para con nosotros para que seamos llamados hijos de Dios!

El Hijo pidió al Padre en agonía, sudando como grandes gotas de sangre, Padre: ¡Pasa de mi esta copa, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya!, El Hijo de Dios afirmó su rostro para ir al Calvario, ¡Oh que amor, que inmeso amor el de mi Salvador!, Esto es maravilloso, esto no tiene otro nombre, la pura gracia de Dios. El Hijo de Dios derramó su sangre para redimir a su Pueblo, por todos, todos, todos nosotros, los que hemos creído en el Evangelio, y los que creerán, habiendo sido ellos conocidos desde la eternidad, escogidos libremente por el Dios que hace como quiere con lo que es de EL, y todo es de EL.

El Hijo de Dios fue desangrado en el Golgota, y fue Su Padre el que lo hizo, para darnos vida a nosotros. Esto es lo que enseña la Palabra de Dios, «…a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, predisteis y matasteis por manos de inicuos…» Hechos 2: 22 – 25, No son libres de responsabilidad aquellos hombres que lo prendieron y mataron a JESÚS, pero fue el Padre quién lo entregó a la muerte, por medio de su consejo y decreto eterno, sin ser autor de esta manera de pecado alguno, ni participar en el de ninguna manera con sus captores.

Esto lo podemos ver más intensamente en Isaías 53: 3 – 6:

«…Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamo Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros…»

Hermanos, esto es algo que no logro entender, cuanto amor, mientras más conozco a este Dios, más humillado me siento. ¿Cómo pudo ser, que siendo nosotros pecadores, Cristo murió por nosotros?, Eso se llama gracia, sublime gracia.

3.-Dios el Padre nos da todas las cosas en Dios el Hijo: Esta maravillosa gracia sigue, sigue como fuentes de aguas cristalinas de los manatiales de Dios, viento poderoso que aviva los carbones encendidos de nuestra alma y la hacen arder de amor por el Creador. En este punto quiero hacerles ver la lógica celestial de mayor a menor.

Si Dios no escatimó a su propio amado Hijo, ahora escribe una pregunta retórica: ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? Si Dios no nos retuvo lo más hermoso que tiene, si dió a Su Hijo JESÚS para ser muerto en la Cruz por nosotros, que es lo que en nuestra percepción es lo más dificil, ¿Creen ustedes que él no nos dará lo que es más fácil?

A ese respecto, un puritano escribió hace 300 años estas palabras que deseo compartirles, y que extraje de las notras de «Future Grace» de John Piper:

«…Después de esto, ¿Cómo podríamos imaginar que Dios le escatimará cosas espirituales o temporales a su pueblo?, ¿Cómo no va a llamarlos en realidad, justificarlos libremente, santificarlos por completo, y glorificarlos por la eternidad? ¡Cómo no va a vestirlos, darles de comer, protegerlos y librarlos? Con certeza, si él no le escatimó a su propio Hijo, ni un solo gemido, ni un solo suspiro, ni una sola circunstancia de miseria, no es posible imaginar que después de todo eso el fuera a negarle o retener de su pueblo (por causa del que sufrió todo ese mál) alguna misericordia, algún consuelo, algún privilegio espiritual o temporal bueno para ellos…»

No pueden ser más ciertas estas palabras de Flavell, me llenan de dicha y me hacen comprender la sencilla lógica celestial de mayor a menor. Esto aumenta mi fe, y me hace pensar: ¡Es cierto, si Dios ya hizo lo más dificil, ¿Cómo no hará lo más fácil? Dios quiere darnos todas estas cosas buenas, Dios desea y lo hace, llenarnos de ricas bendiciones. Yo veo un caudal inagotable de gracia, de dicha, de bendiciones.

El Hijo de Dios, nuestra amado Salvador abrió las compuertas de la gracia y estas fluyen, fluyen sin terminar para su pueblo, sea en la vida o en la muerte, sea en la salud o en la enfermedad, nada nos podrá separar de ese tan grande amor. En otra oportunidad escribiré sobre el resto del capítulo ocho. ¡Estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien!

© Por Fares Palacios. Bautista Reformado. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.


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