¿POR QUÉ NUESTRAS ORACIONES TARDAN EN SER RESPONDIDAS?

Por: Ing. Esequiel Guerrero Marte
guerreroesequiel@hotmail.com

FILIPENSES 4:12-13

“Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado; así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.

Desde antaño, el hombre se ha dedicado a tener una vida rodeada de abundancia, felicidad y placer. Se dedica tiempo y recursos para obtener resultados positivos que revolucionen el status social, de modo que permita mantener una fuerte base que asegure el futuro del involucrado, como de su generación inmediata.

Nadie desea tener altibajos ni momentos de angustias. No se quiere resultados negativos ni nada que atente contra los intereses del ser humano. Sin embargo, los momentos difíciles vienen solos. ¡No hay que invitarlos! Vienen y nos hacen desvariar, siempre nos llegan de sorpresa, provocando un horrible caos y dolores de cabeza, porque sólo nos preparamos para obtener buenos resultados. ¡Nunca nos preparamos para lo peor! Nos quejamos, lloramos, nos angustiamos, nos apesadumbramos a tal extremo, que muchos se vuelven locos y otros, llegando a los extremos, no pueden tomar otra decisión que quitarse la vida. ¿Por qué? Porque no estamos preparados.

Los versos mencionados anteriormente, nos hablan de un hombre que sí pudo prepararse para vivir en cualquier condición en la cual se encuentre. Pablo fue un hombre que supo reconocer su condición sea cual sea. Podía vivir en la abundancia, como en la necesidad; en todo estaba enseñado. Era un hombre que, de acuerdo a los expertos bíblicos, poseía gran reputación por ser discípulo de un reconocido maestro y pertenecer a una de las sectas religiosas más poderosas en aquel tiempo. Luego de reconocer el Evangelio, sus discursos habían sido escuchados por gentes de todas las clases sociales y jerárquicas y su trabajo llegó a ser más reconocido que el trabajo hecho por los mismos discípulos del Señor Jesucristo.

Pero, ¿los estudios y los trabajos realizados por el apóstol Pablo fueron las herramientas necesarias para enseñarlo a vivir tanto en los momentos buenos como malos en la vida? No. Ni nuestra reputación ni nuestros logros universitarios pueden prepararnos para enfrentar los momentos difíciles. Si fuera así, no existirían noticias dolorosas en los medios de comunicación de personas influyentes en la alta sociedad, que en momentos difíciles se suicidan, por creer que no hay remedio. ¿Qué o quién enseñó a Pablo? Él mismo lo menciona en el verso 13: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. La clave es, hacer las cosas dependiendo de Jesucristo. Pablo no dijo: Todo lo puedo porque me baso en mis habilidades. Él dijo: Todo lo puedo en Cristo…

Pero para aprender a depender de Jesucristo, se necesita CONFIAR en él. La palabra confiar significa: “Encargar algo a alguien o ponerlo bajo su cuidado”. Otra definición dice que confiar es “Esperar con seguridad y credulidad que algo suceda”. Y eso no es más que FE. Hebreos 11:1 declara que la fe es la certeza (seguridad) de lo que se espera y la convicción (credulidad) de lo que no se ve.

Nosotros confiamos a diario nuestras vidas a gentes que ni conocemos y a los diferentes medios de locomoción: cuando viajamos en avión, depositamos nuestras vidas en las manos de los pilotos e ingenieros de vuelo que ni siquiera conocemos su potencial. Sólo creemos que pueden hacerlo y abordamos las aeronaves, sin pensar que ellos puedan tener algún error de cálculo, o que pueda haber alguna falla que impidan llegar a salvo a nuestro destino. Lo mismo sucede cuando viajamos en barco, en trenes, en automóviles, en motocicletas o en bicicletas. Algunos no confían en nadie cuando conducen un automóvil, pero sí confían en los frenos y el cinturón de seguridad, que es lo que prácticamente pueden salvar la vida si se produjera algún accidente. Pero ¿Y si fallan?

Podemos hacer otro ejemplo mucho más sencillo: puedo estar fuera de mi casa toda la mañana hasta la tarde, pero estoy completamente seguro de que encontraré alimento cuando llegue a mi casa. Por lo que no compro nada, aunque esté muriéndome de hambre. Tengo la convicción, la certeza de que mi esposa me tiene una suculenta comida, que me saciará hasta más no poder. Lo mismo sucede con mis dos niños cuando están en la escuela y a ninguno de nosotros se nos presenta la duda de que posiblemente hubo algún motivo por el cual no se haya cocinado ningún alimento en la casa. Eso es confiar. En otras palabras, creer.

Cuando aprendemos a confiar en Jesús, él nos entrena para que podamos disfrutar de la vida, a pesar de estar en cualquier clase de circunstancia. Si estamos en escasez, vivimos como si estuviésemos en abundancia y si estamos en abundancia, vivimos como si no tuviéramos nada. ¿Cómo puede esto ser así? Esto sucede cuando Cristo trabaja en nuestra actitud. Es difícil, porque debemos lidiar con las quejas, con los pensamientos negativos, con todo lo que nos haga creer que Dios no está con nosotros y cambiar nuestra manera de pensar y de actuar.

Cuando moldeemos nuestra actitud y pensemos a la manera de Cristo, entonces aprenderemos a vivir en Cristo. Veremos todo lo que nos sucede como una oportunidad más para servir a Jesús eficientemente, sin que nada que se nos presente nos pueda quitar la paz y la felicidad, mucho menos la comunión con nuestro amado Señor. Pablo estaba seguro de que si estuviera en escasez, Dios le supliría y si estuviera en abundancia, no se exaltaría ni se le llenaría el corazón de orgullo, sino que se mantendría en humildad dándole gloria a su nombre.

Luego que aprendamos a vivir de este modo, podremos decir como dijo el apóstol en Romanos 8:35, 37-39: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación o angustia, o persecución o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquél que nos amó. Por lo cual estoy seguro, de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni principados ni potestades ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo ni ninguna otra cosa creada, nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.
La actitud juega un papel esencial en nuestra manera de vivir, en cómo percibimos lo que nos rodea y la manera en que le servimos a Dios. Por lo que debemos pedirle al Espíritu Santo que la someta a su voluntad. Una buena actitud, permite que nuestros ojos vean la mano de Dios obrar día a día a nuestro favor y obliga a satanás y sus demonios, a huir despavoridos de nuestros contornos, porque hemos aprendido a vivir conforme a la santa voluntad divina.

Que Dios te bendiga ricamente.


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