ADORADORES


Salmos 29: 2 “Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad”.

La actividad más importante que puede desarrollar el ser humano es adorar a su Creador, en los cielos le adoran sus criaturas angelicales y sobre la tierra sus redimidos. Cuando el Señor establezca su reino sobre la tierra, todas las naciones lo harán (Sl. 22:27) “se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti”. Y será la ocupación que por excelencia tendremos en la eternidad.
Dios estipula con extraordinaria claridad que busca adoradores que le adoren en espíritu y en verdad. Jesús dijo: (Jn 4:23-24) “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”.
Su pueblo terrenal durante la época del Antiguo Testamento, ante la ausencia del Espíritu Santo, podía manifestar sus sentimientos únicamente a través de expresiones físicas y de cosas materiales. Aunque el Señor había ordenando cual debería ser su comportamiento en la casa de Dios para entregar la adoración que a Él agrada:
Ec 5:1-2 “Cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie; y acércate más para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios; porque no saben que hacen mal. No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras”.
“Guarda tu pie y no te des prisa con tu boca para proferir palabra delante de Dios”. Nos habla de un orden reverente impregnado con la fragancia de la solemnidad que debemos mostrar en Su presencia. Dice en el Sl. 46:10 “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”.
El que adora profundamente lo hace con temor y se rinde embelezado ante Su Persona con un amor reverente, donde las palabras no alcanzan a expresar ese sentimiento insondable. Y permanece quieto, extasiado y seducido por Su Amado.
El Señor dijo que “la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad”. Y un ejemplo explícito de cómo debe ser la actitud del verdadero adorador, lo encontramos en el pasaje del evangelio de Lucas que se registra para nuestra enseñanza.
Lc 10:38-42 “Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada”.
Cuantos son los que están afanados con muchos quehaceres, que aunque sean para el Señor, han confundido y menospreciado lo principal que es la adoración, la quietud en Su presencia. Leímos en el Sl. 46:10 “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”. Esa es la buena parte que no nos será quitada, porque Dios busca adoradores que le adoren en espíritu y en verdad, como lo hizo María.
¿Por qué resulta tan difícil entender y aceptar esta verdad que es expresada con tanta claridad en las Escrituras? ¿Cuál es la razón que hoy se ha distorsionado radicalmente el concepto de adoración?
Simplemente porque la casa de Dios ha dejado de ser Su casa, para ser la casa de las multitudes donde asisten para embriagarse en una orgía emocional donde pueden llegar hasta un estado enajenador, con los mismos síntomas y reacciones que vemos en los conciertos de música Rock, donde muchas jovencitas caen privadas de sus sentidos debido al aceleramiento del ritmo cardiaco y de las ondas gamas del cerebro.
Esto ha sido producido por el ritmo enloquecedor de la música, los aplausos, saltos y gritos que producen una violación a la conciencia, inducido por ese ambiente creado para llevarlos a ese éxtasis que buscan sus organizadores que explotan esas emociones con fines comerciales. Lo mismo que en esas iglesias carismáticas, donde no tienen ninguna vergüenza para recoger dos, tres o cuatro veces las ofrendas cuando alcanzan ese clímax.
Han transformado lo que debería ser la casa de Dios en verdaderas discotecas o centros aeróbicos, donde la fragancia del Espíritu Santo ha sido remplazada por el olor inconfundible de las multitudes que han permanecido saltando y gritando frenéticamente al ritmo de la música afroamericana, la cual es entregada por medio de sofisticados equipos estereofónicos a muchos decibeles que dañan el oído.
Pareciera que Satanás y sus agentes creen que Dios es sordo, porque no solamente la música la colocan a un volumen enloquecedor, sino que sus predicaciones siempre son expresadas por medio de gritos. Incluso sus seguidores consideran al predicador más gritón, como el que lo hace con la mayor “unción”, con “el fuego del espíritu”, como dicen ellos. Esto lo vemos desde tiempos muy antiguos, cuando Elías enfrentó a los falsos profetas de Baal.
1Ry 18:26-29 “invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: ¡Baal, respóndenos! Pero no había voz, ni quien respondiese; entre tanto, ellos andaban saltando cerca del altar que habían hecho. Y aconteció al mediodía, que Elías se burlaba de ellos, diciendo: Gritad en alta voz, porque dios es; quizá está meditando, o tiene algún trabajo, o va de camino; tal vez duerme, y hay que despertarle. Y ellos clamaban a grandes voces,pasó el mediodía, y ellos siguieron gritando frenéticamente”.
En todo ese desorden y gritos frenéticos, no puede estar el Dios de orden ni la adoración en la hermosura de Su santidad como manda el Señor. Los himnos antiguos que expresaban solemnidad y decían por ejemplo: “Plácido es este sitio, sitio de adoración” han sido cambiados para dar lugar a los instrumentos de percusión y los eléctricos, que son capaces de inducir a las multitudes a esos estados de frenesí que buscan sus organizadores para atraer más gente a sus espectáculos, y de esta manera aumentar las recaudaciones por ofrendas y diezmos, además de todo el mercado de ventas adicionales que promueven.
Con justa razón el Señor indica que en esta última etapa de la iglesia, el de Laodicea, Él está afuera, al otro lado de la puerta llamando para que si alguno quiere escuchar Su voz, vaya a Él (Ap.3: 20).
“Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad”. En el desorden no existe ninguna hermosura, porque Dios es Dios de orden. Toda la creación manifiesta Su perfección y orden absoluto, aún los astros del universo se mueven con una exactitud asombrosa.
La verdadera adoración de la cual habla Dios en Su Palabra, no es la que se realiza a través del cuerpo, contorneándose o danzando al ritmo de la música del mundo, sino por medio del Espíritu. Porque “ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad”.
¿Quiere Ud. ser un verdadero adorador? Adórele en la hermosura de su santidad, como lo hizo María, quietamente a los pies del Señor. Que el Espíritu Santo le otorgue claridad para comprender el verdadero significado de la adoración, y lo impregne de esa fragancia que solamente Él puede entregarle, para que su adoración suba en olor grato hasta la presencia misma del Dios de la gloria, donde aún los serafines se cubren reverentemente. Que así sea, Amén.
Por  Jack Fleming
http://www.estudiosmaranatha.com/mensajes/mensaje64.html

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