CAMPOS BLANCOS PARA LA CIEGA – PARTE II

«VE A LA HORMIGA OH PEREZOSO, MIRA SUS CAMINOS, Y SÉ SABIO; LA CUAL NO TENIENDO CAPITÁN, NI GOBERNADOR, NI SEÑOR, PREPARA EN EL VERANO SU COMIDA, Y RECOGE EN EL TIEMPO DE LA SIEGA SU MANTENIMIENTO»
PROVERBIOS 6: 6 AL 8

Hace años fui al cine con mi pequeña hija para ver la Película «Bichos». Es una historia de hormigas laboriosas. Como la imagen que tenemos. Trabajadoras, capaces de cargar con pesos 50 veces superiores a su propio peso. Durante el verano trabajan fuertemente para recolectar y almacenar comida para el invierno. En la película, las hormiguitas, además de recolectar su propia comida, recogían aun más para pagar tributo a la langosta. Cual devorador esta aparece al final del verano a reclamarlo. Gran parte del esfuerzo de segar de las hormigas se lo lleva la famosa depredadora.
La hormiga, diligente y trabajadora se da cuenta al final de la trama que ellas superan 10 a 1 a la langosta y deciden no dejarse explotar más. Enfrentan a la langosta y se presume por el contenido que ésta no volverá jamás.
Cuanta enseñanza nos dejan las hormigas. Con razón el sabio las cita como ejemplo en el proverbio. Este verano ha sido largo. Ya lleva 1999 años. La siega para el invierno ya comenzó. Es hora de levantarse y comenzar a trabajar. Pero no para la langosta, pero no para el que se opone al crecimiento de la iglesia. Es hora de trabajar y comenzar a cosechar toda la siembra que durante cientos de años, hombres y mujeres alrededor del mundo con paciencia y llanto, han sembrado. Es hora de comenzar a llenar los almacenes. Es hora de segar. Los campos están blancos. Se es sabio si se cosecha a tiempo. Un día más puede dañar la cosecha y tu futuro. Un día más puede comprometer tu mantenimiento en el invierno. Un día más puede ser demasiado tarde. Por esto, allí donde estás, leyendo estas líneas, comprométete con tu Señor, porque nosotros si tenemos Señor, a dar inicio a la siega. A lo mejor tú eres parte de esta siega. De ese fruto de corazón sincero del cual Dios espera reconocimiento. Allí donde estas, dile ahora mismo a tu Señor, el Señor y dueño del Campo:
«Señor, reconozco que eres mi Señor, mi Salvador. Reconozco que viniste al mundo a buscar y salvar lo que estaba perdido. Reconozco que soy pecador, me arrepiento de todos mis pecados y te pido perdón. Te invito a entrar a mi corazón, Te invito a ser el dueño absoluto de mi vida. Te entrego el fruto de mi corazón. Agrégame a los frutos de tu cosecha y enséñame a ser buen sembrador, y buen segador»

Con seguridad el Señor escuchará tu oración si brota de una sincera confesión. Con seguridad será tu maestro en las artes de sembrar y cosechar. Con seguridad te ayudará a estar debidamente preparado para el invierno. Con seguridad se encargará que tengas sustento, pero despiértate, no es hora de dormir, seamos sabios, aprendamos de las hormiguitas.


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