Carta a mí misma

Querida Keila,

Un año más. ¿Lo puedes creer? Ya estamos viejas, o podríamos decir que estamos en la flor de la juventud. ¿Tú cómo te sientes? Porque yo me encuentro bien. Ahora conocemos nuestro cuerpo y nuestras limitantes, aunque continuamos dándonos de topes en la pared cada vez que nos sobrepasamos o abusamos de nuestras fuerzas.

Pero Dios ha sido bueno. Muy bueno. Nos ha concedido los deseos de nuestro corazón. Tantos, que resulta imposible enumerarlos. Quizá el más importante lo conocemos bien: una salvación perfecta, grande, insuperable.

Y la cereza del pastel, ha sido un esposo. Un hombre que ama a Dios y que nos tiene paciencia. Un hombre con el que compartimos la vida, y con quien soñamos, disfrutamos y gozamos.

Un año más. Un año menos. Pero aún anhelamos aquel día en que le veremos a Él. En ocasiones se nos olvida ese gran encuentro, pero cuando lo tenemos presente todo adquiere perspectiva. ¿Te imaginas cómo será?

El momento cumbre de la existencia; el instante trascendental que dará sentido a cada minuto sobre esta tierra. Verlo a Él, postrarnos… tocarlo… admirarlo…

Ya falta menos.

Yo


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