(Jesús dijo:) Yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. – Juan 15:16.
• Fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. – Efesios 6:10.
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Ayer conté cómo Dios alcanzó a un escéptico mediante un solo versículo de la Biblia. ¡Qué lección para ese joven darse cuenta súbitamente de que no estaba puro ante Dios! Sin embargo creo que yo recibí la lección más grande. En efecto, desde hacía algún tiempo ayudaba tímidamente a un amigo que tenía un puesto bíblico, y me preguntaba si no debía, yo también, hacer como él. Pero dudaba por miedo a no saber qué responder a mis interlocutores, sobre todo a los que están en contra de la fe. Pero Dios acababa de mostrarme que no podría satisfacer las necesidades espirituales mediante un esfuerzo intelectual. Bastaba con esperar tranquilamente en el Señor, orando a él continuamente en mi corazón.
Desde ese día comprendí que el Señor me llamaba a servirle exponiendo la Biblia en lugares públicos. Y desde hace más de quince años, Él me sostiene en ese servicio.
Quizá tendamos a pensar que somos nosotros quienes ayudamos al Señor en su testimonio en la tierra. ¡Pero es todo lo contrario! El Señor es quien difunde el Evangelio, y para ello emplea a sus siervos: los llama, los instruye, los envía y los sostiene. Él es el primero, y nosotros le seguimos. Nos abre el camino, y debemos buscar constantemente su voluntad. Es paciente y bueno para con nosotros; nos forma con sabiduría. ¡No nos alejemos de él!
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